Paisajismo: Los árboles, setos y enredaderas, ubicados en lugares adecuados, no sólo aumentan la estética y la calidad ambiental, sino que además proporcionan sombra y protección ante el viento. Por otra parte, el agua que se evapora durante la actividad fotosintética enfría el aire y se puede lograr una pequeña bajada de temperatura, de entre tres y seis grados, en las zonas arboladas.

Iluminación natural: Puede ahorrarse energía en iluminación a través de diseños que consigan la máxima ganancia de luz, sin sobrecalentamiento indeseado. Para conseguir una óptima iluminación natural, se precisa una distribución adecuada de las estancias en las distintas orientaciones del edificio, situando, por ejemplo, las habitaciones que se utilicen más durante el día en la fachada sur.

Arquitectura bioclimática: Tiene en cuenta la localización del edificio y el microclima en el que se integra, para adaptar el inmueble al enclave en el que será construido. Con ella se consigue limitar las pérdidas energéticas del edificio; se optimizan las aportaciones solares y se utilizan materiales constructivos que requieran poca energía en su transformación y fabricación. Las estrategias de diseño se orientan, primero, a disminuir las necesidades energéticas y, a continuación, a lograr el máximo aprovechamiento de las energías gratuitas, sobre todo las provenientes del Sol.