Los tres se inspiraron en un telégrafo eléctrico del francés Breguet que había comprado la Universitat, aunque La Rosa «introdujo innovaciones».
A pesar de adelantarse a su época, cuando en 1852 se creó la primera línea telegráfica eléctrica en España, el Estado no acudió a ellos y «compró el aparato a Breguet».
El porqué cuatro relojeros se interesaron por el telégrafo (el francés Breguet también lo era) está en que «estos profesionales conocían muy bien la mecánica fina y supieron incorporar elementos nuevos de la época (actuar sobre determinados elementos a distancia)».
Miñana apunta que ninguno de los tres «se hizo rico» con estos inventos. De hecho, La Rosa tuvo «una vida desgraciada y murió a los 34 años». Su hijo Federico continuó con la tradición familiar. Por su parte, Alonso se hizo telegrafista.
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