Los empleados de los países que encabezan la lista, como Suecia, Finlandia, Irlanda, Dinamarca o Francia, tienen mayor grado de autonomía, están más contentos con su nivel de vida y trabajan en entornos más competitivos.
En España, la rigidez administrativa, el menor gasto en I+D y las dificultades a la hora de abordar el empleo cualificado son las causas de esta situación.
España sólo está por delante de Grecia, Hungría, Eslovenia, Polonia, Portugal y la República Checa, que ocupa el último lugar.
Un horario flexible, mayor libertad para organizarse el trabajo y más oportunidad de participación en el devenir de la empresa favorecen la productividad. «Se trata de un nuevo contrato –aclara Cristina–, una nueva forma para las relaciones laborales. Hay que avanzar hacia el empleo cualificado y los productos de valor añadido. Si no lo hacemos, no vamos a poder competir con los países en vías de desarrollo».
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