El recluso con enanismo juzgado por traficar alega que la 'coca' era para no dormirse mientras vigilaba obras

El vallisoletano Luis L.G, el recluso con enanismo juzgado hoy en la Audiencia de Valladolid por tráfico de drogas, negó dedicarse a dicha actividad delictiva y aseguró que la cocaína que la policía halló el pasado mes de enero en su domicilio era para consumo propio, dado que, según precisó, necesitaba tomarla para no dormirse mientras realizaba labores de vigilancia en distintas obras.

El procesado, en declaraciones recogidas por Europa Press, explicó que sus ingresos no procedían de la venta de droga sino de ese trabajo de vigilante que realizaba esporádicamente y de otras actividades complementarias, como 'chapuces' de electricidad y la venta de vehículos de ocasión, además de las ayudas familiares que percibían él y su pareja. Sólo así, tal y como apuntó, lograba pagar los 500 euros del alquiler por un piso en la calle Kilimanjaro donde vivía con su pareja y la hija de ambos, de 6 años.

Luis L.G, de 31 años y 1,10 metros de estatura, explicó que comenzó a consumir 'coca' los fines de semana, no más de un gramo, si bien advirtió de que poco a poco su adicción se incrementó a causa de su trabajo de vigilante, hasta el punto de pasar a esnifar tres o cuatro micras de esta misma sustancia todos los días de la semana. "Empecé de forma esporádica pero tenía que evitar dormirme mientras vigilaba y al final el cuerpo te va pidiendo cada vez más", se justificó Luis L.G.

Pese a que la policía presenció sendos encuentros que el acusado sostuvo los días 27 de agosto de 2009 y 14 de enero de 2010 con supuestos compradores, el aludido apuntó que en el primer caso se entrevistó con un conocido a quien trataba de venderle un BMW y en el segundo a una cita con dos personas que le facilitaron el teléfono de un constructor interesado en contratar sus servicios como vigilante.

El acusado, para quien su abogada pidió un fallo absolutorio y el fiscal una pena global de cinco años y medio de prisión por un delito contra la salud pública y otro de tenencia ilícita de armas, explicó también que el revólver del calibre 22 que la policía encontró en su domicilio se lo había dado un amigo para que lo reparara.

"Estaba dentro de una caja fuerte, no tenía intención de arreglarlo y pensaba en un futuro exponerlo como adorno", apostilló Luis L.F, que, en su intento por demostrar que no nadaba en la abundancia, recordó que en su día compró un piso en la calle Joaquín Velasco Martín, en el barrio de Huerta del Rey, pero al no poder hacer frente a la hipoteca sufrió el embargo del inmueble, que está a punto de salir a subasta.

"el kit típico del traficante"

Por su parte, el jefe del Grupo de Estupefacientes e instructor del atestado aseguró haber presenciado el 14 de enero del presente año un "pase" de droga del imputado, del que aseguró además que su forma de conducción era "la propia de los traficantes", ya que en ocasiones circulaba a muy escasa velocidad y en otras de forma muy rápida, saltándose incluso semáforos, y todo ello, según explicó, en un intento por cerciorarse de que no estaba siendo seguido.

Además, el agente indicó que durante el registro practicado en el domicilio del sospechoso se intervinieron numerosos efectos que constituyen el "kit típico del traficante", como una báscula de precisión, cocaína, un rollo de alambre verde y una bolsa con recortes circulares de plástico", casualmente, incidió, el mismo tipo de envoltorio y alambre intervenidos en enero a las dos personas con quien Luis L.G. contactó y a las que, supuestamente, suministró droga.

El acusado es el mismo que hace unos meses solicitó su puesta en libertad provisional tanto al Juzgado de Instrucción número 2 como a la Audiencia Provincial alegando que, dada su reducida estatura y otros problemas de salud derivados de tal circunstancia, su estancia entre rejas suponía para él una continua "humillación" ya que la cárcel presenta barreras arquitectónicas y no podía realizar muchas de las funciones cotidianas que para otros reclusos son de lo más normal.

Como ejemplos de ello, advertía de que no llega al botón de llamada de socorro ni al que activa el agua del inodoro y el lavabo, además de que tampoco alcanza las ventanas de la celda ni el teléfono, no puede hacerse la cama e incluso para poder ducharse tiene que pedir la ayuda de algún compañero, puesto que la salida del agua se regula a través de un botón que hay que accionar cada cinco segundos y se encuentra a una altura inaccesible para él.

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