El misionero Noguera

Desde que José Miguel Noguera es director general de Cultura, se han restaurado en la Región fachadas, órganos e imágenes religiosas por un tubo.
Su devoción por los templos sólo compite con la del obispo Ureña, que dejó en la Diócesis de Cartagena un palacio episcopal, que ya querrían para sí los católicos de Barbastro. Si comparamos lo que ha hecho Noguera por la Iglesia Católica (incluyendo el disgusto con los Salzillos) y lo que ha dado al teatro y la danza juntos, me da a mí que mandábamos al paro a los actores, cerrábamos el Bernal, por falta de compañías amateur en su programación, y le pegábamos un  tirón de orejas a los alumnos de la Escuela de Arte Dramático: «¡De esto no se come en Murcia!».

En los monasterios románicos de Aragón se puede comer y dormir, aunque tiemblan algunas losas y no por guardar los huesos de San Juan de la Cruz, que esos están en Las Carmelitas de Segovia. Nuestras iglesias sirven para oír misa. Esta cultura huele a incienso.

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