Los pasajeros se ven obligados a cambiar de convoy en la estación del Prat y allí coger un tren lanzadera que les acerque al aeropuerto. La operación es a la inversa si se va del aeropuerto hacia la capital catalana.
A pesar de incrementar el servicio de vigilancia e información en la estación, cuya megafonía avisa de la llegada de los trenes en catalán, castellano e inglés, y de que en el suelo hay pintadas líneas de color para que nadie se extravíe, la estación pratense no está preparada para acoger a tanta gente. Los andenes son estrechos y no disponen de escaleras mecánicas ni ascensores en los que los pasajeros lleven sus equipajes.
«Arrastrar las maletas es lo peor», afirma Mari Carmen Montesinos. «Pierdo media hora», se queja Claudi Santoro, mientras que Débora Bondatti, con miedo a perder el avión, asegura que «tener que cambiar de tren es fatal».
El alcalde del Prat, Lluís Tejedor, reclama que haya un bus que una Barcelona con el aeropuerto con frecuencias de paso inferiores a media hora. Tejedor cree que la ATM, Adif y Renfe «están obligadas moral y políticamente a reforzar este servicio».
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