Gente especial, vida normal

Fuera obstáculos: Más de 40.000 personas con alguna discapacidad intelectual, física o sensorial en España tienen una salida laboral en los llamados centros especiales de trabajo.
«El objetivo no es hacer caja, sino crear oportunidades», indica Carlos Santamaría, presidente de Feaps.
«El objetivo no es hacer caja, sino crear oportunidades», indica Carlos Santamaría, presidente de Feaps.
A. Z.
«El objetivo no es hacer caja, sino crear oportunidades», indica Carlos Santamaría, presidente de Feaps.
Pese a que la tasa de actividad es baja, entre un 15 y un 30% de las personas con discapacidades están en paro. Las 40.171 personas en España que sí trabajan han tenido que superar más obstáculos que los demás (20.000 empleados con discapacidad intelectual; 16.000, física, y 4.000, sensorial).«Son capaces de hacer de todo: jardinería, montaje de ordenadores, soldadura de circuitos, hostelería, atención en casas rurales, artesanía...», explica Carlos Santamaría, presidente de la Asociación Feaps para el Empleo (AFEM), que agrupa a cien empresas que dan trabajo a unas diez mil personas de este colectivo.

La formación, clave

La mayoría pasa por los centros especiales de trabajo, que ya suman más de 1.400 en todo el país. Son organizaciones sin ánimo de lucro que dan cabida, sobre todo, a discapacitados intelectuales, que encuentran todavía más dificultades que los físicos.

«Una buena cualificación profesional es clave», afirma  Santamaría. Las personas con discapacidades físicas pueden seguir un currículum «más o menos adaptado a la FP reglada». En cambio, con discapacidad intelectual se hace casi imposible seguir una formación reglada.

Entidades sin ánimo de lucro, como Fundosa (dependiente de la ONCE), trabajan con itinerarios personalizados que inciden más sobre la actitud que sobre la aptitud. «Se trata de que adquieran hábitos, que sean capaces de resolver autónomamente sus problemas para enfrentarse luego a tareas más complejas. Al final, son las condiciones laborales las que determinan si puedes trabajar, y no al revés», concluye el presidente de AFEM.

«Ahora trabajo y tengo amigos»

Mari Carme Roig tiene 43 años y hace 16 que trabaja en el centro de La Torxa en Lleida. «Casi no salía y tenía miedo a lo desconocido. Ahora trabajo, tengo amigos y puedo salir a la calle sin ir acompañada».

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