Cuando la muerte es arte
- Siguiendo la estela de Hirst y Gunther von Hagens, muchos artistas utilizan cuerpos sin vida -animales y humanos- para sus obras.
- Esta tendencia genera un gran debate moral.
Macabro, transgresor y provocador, el 'arte de la muerte' gana adeptos en todo el mundo. Detrás de la polémica, sin embargo, hay una crítica a la sociedad y su hipocresía, un revulsivo al mismísimo estamento del arte contemporáneo o simplemente un intento del artista por asombrar al espectador.
Esta nueva corriente, heredera del arte povera (que utiliza materiales 'pobres' o 'deshechos'), y que presenta los objetos reales en vez de representarlos, tiene su máximo exponente en Damien Hirst, el enfant terrible del arte británico actual y el artista vivo más rico del mundo.
Animales a precio de oro
Uno de sus trabajos más icónicos es La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo: un gran tiburón tigre que fue vendido en 2004 por 10 millones de dólares. Debido a la descomposición tuvo que ser reemplazado por un nuevo escualo en 2006. Un año después superó su propio récord con Por el amor de Dios, una calavera humana con 8.601 diamantes incrustados que alcanzó los 74 millones de euros. Se calcula que su fortuna supera los mil millones de dólares.
Tan popular como Hirst es el anatomista alemán Gunther von Hagens por motivos más 'humanos'. En 1977 descubrió una técnica conocida como plastinación, en la cual se extrae el agua de un cuerpo y se sustituye por una solución plástica. En 1990 'plastificó' su primer ser humano con fines médicos. Cinco años después decidió sacar a la luz su colección de cadáveres en una exposición artístico-didáctica en Japón. Desde entonces, su exposición Body World ha levantado protestas porque incluye el cuerpo abierto de una mujer embarazada y parejas haciendo el amor. A la cuestionada moralidad de las actitudes de sus cadáveres se une la legitimidad de su procedencia: son adquiridos en psiquiátricos, cárceles y hospitales de China y Rusia. También se lo acusó de utilizar cuerpos sin el consentimiento de sus familiares, lo que costó al alemán más de un juicio.
A pesar de su controversia, Von Hagens ha creado escuela: Body World es confundida a menudo con la exposición Bodies, The Exhibition, del médico de Michigan Roy Glover, una muestra más didáctica en la que los cuerpos tratados con polímeros han recibido un trato "dignificante", aseguran los organizadores. También es el caso de otra exposición, Bodies Revealed, que incluye fetos.
También aficionado a utilizar caballos para sus exposiciones es el italiano Maurizio Cattelan. Conocido por su satírico sentido del humor, son emblemáticos sus equinos suspendidos (en este caso, disecados) que han alcanzado buenos precios en subastas. Cattelan asegura que los cuerpos pertenecen a animales que murieron de causas naturales y que fueron cedidos por un colegio veterinario.
Estética sin ética
Distinto de los ejemplos anteriores es el de Nathalia Edenmont, una fotógrafa rusa que expuso en la edición 2005 de ARCO y que mata y descuartiza animales con la única finalidad de crear "bellos" bodegones que inmortaliza con su cámara. Ratones, conejos y gatos han pasado por su cadalso particular, antes de adornarlos con collares aristocráticos o pedestales angelicales.
El británico Adam Morrigan se decanta por el roadkill. Se gana la vida con la creación y venta de obras de arte que elabora con animales que encuentra muertos en la carretera. A menudo los cocina y se los come, pero los que no puede comer los convierte en accesorios de moda o piezas de arte muerto.
Emma Fenelon, una estudiante de 50 años de la Escuela de Arte de Camberwell, también ha sabido sacar partido de los muertos. Se le ocurrió reemplazar las cenizas que usaba para elaborar piezas cerámicas por cenizas humanas. "Me pregunté si las cenizas de diferentes personas podrían generar diferentes efectos", dijo. Puso un anuncio en la radio reclamando 'voluntarios' y su llamada tuvo respuesta. Varios familiares cedieron las cenizas de sus parientes para que ella elaborara sus "árboles de cerámica". Su sueño es crear un bosque de esculturas.
No apto para sensibles
En pro del arte se han realizado actos extremos: Zhu Yu, un importante artista de China, dejó boquiabiertos a los asistentes a la Bienal de Shanghái en 2000, al preparar, con mantel y cubiertos, un banquete en el que se comió un feto de seis meses procedente de un aborto que previamente había cocinado a la parrilla. "Ninguna religión prohíbe el canibalismo. Ninguna ley dice que no se pueda comer carne humana. He aprovechado ese espacio vacío entre la moral y la legalidad para desarrollar mi trabajo", defendió. Muchos pusieron en duda la autenticidad del menú, pero Zhu Yu arguyó que el feto era real: "Me lo llevé de un colegio médico".
Por otro lado, el alemán Gregor Schneider, premiado con el León de Oro en 2001 en la Bienal de Venecia, busca un museo que acepte su particular idea artística: mostrar la muerte de un enfermo terminal en directo. Según declara, "la idea de mostrar la belleza de la muerte" lo persigue desde 1996. "El enfrentamiento con ella, como yo lo proyecto, puede quitarnos el miedo a la muerte", afirma. A día de hoy no ha conseguido llevar a cabo su objetivo.
Crueldad, provocación...