María Isbert «todavía espero por el papel que me cambie la vida»

A sus 88 años, mientras aguarda con ilusión la llegada de su primer bisnieto, la actriz sigue soñando con dejarse las piel en las tablas.
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Hija del más sencillo de los mitos de nuestro cine, Pepe Isbert, se subió a un escenario por primera vez a los 4 años y acaba de protagonizar su primer corto, que tilda de «cortísimo». Tiene 7 hijos, domina 4 idiomas y ha traducido varias obras de teatro.

Lamenta que la falta de vista la aleje de ser la lectora voraz de antaño. Rápida y guasona al responder, dice ser monárquica, demócrata y, ante todo, devota de la Virgen del Pilar.

Leí de su boca que su mayor desgracia había sido ser fea.

¿Eso dije? ¡Qué frivolidad!

¿Pero lo piensa así?

Yo sí, aunque a mi padre me costó convencerlo. Él me veía preciosa. Afortunadamente, cuando me operé la nariz la cosa se solucionó un poquito, pero sólo un poquito.

Y supo sacarse partido.

¡Sin duda! Además, no ser guapa me permitió hacer más de 300 papeles de secundaria. Nunca fui protagonista, porque las protagonistas tenían que ser bellas, pero tuve papeles preciosos.

Pues en la vida real, las protagonistas no siempre son bellas.

No, en la vida no. Pero en la ficción a mí me encanta que sean bellísimas. El otro día vi una película de Ingrid Bergman y qué gusto ver algo tan bonito.

¿Le gusta ver televisión?

No todo. Mis hijos no me dejan ver los telediarios porque me impresionan y después no duermo. Pero me encanta ver dibujos animados. Qué talento reflejar gestos de actor en un dibujo. También me gustan los documentales.

¿Algún sueño por cumplir?

Pues le parecerá extraño, pero aún sigo esperando ese papel que me cambie la vida, aunque ya se está retrasando. Este año he rechazado cuatro obras de teatro.

¿Por qué las rechazó?

A mi edad no me gusta perder el tiempo y la ilusión en cosas en las que no creo, aunque actuar sigue siendo mi sueño.

¿Qué le da rabia?

La gente maleducada. Creo que se puede pensar todo lo que uno quiera, pero no siempre se debe decir todo lo que uno piensa.

Para usted el sentido del humor es muy importante, ¿verdad?

Sí, hay que practicarlo muchísimo. Si se tiene, claro.

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