Elena Roger: "A veces la misma vida le dice a uno 'bajá, tranqui'"

  • La actriz bonaerense conquistó Londres como Evita.
  • También por Piaf, un musical que se representa hasta el 18 de julio en Madrid, recibió un Premio Olivier.
Elena Roger estudió baile, canto y piano.
Elena Roger estudió baile, canto y piano.
Jorge París
Elena Roger estudió baile, canto y piano.

Elena Roger tiene los ojos muy azules. Es pizpireta y menuda, pero sobre el escenario se hace inmensa. Tanto que por su papel protagonista en el musical Piaf ganó un Olivier. Como Londres, ahora Madrid se rinde a esta bonaerense.

¿Es usted de los que se asoman antes de la función para ver el patio de butacas?

¡Para nada! La persona que da el OK para empezar la función a veces viene y dice “hoy está lleno” u “hoy está así asá”... Pero tampoco es una cosa que me preocupe, me preocupa empezar la función y hacerme el viaje.

¿Dónde buscó la información sobre Piaf para preparar el papel?

Fue difícil, porque en Buenos Aires no encontré biografías en castellano, tuve que conseguirlas en inglés; acá también conseguí algunas. Me basé en documentales, compré libros… En París hay un museo de Édith Piaf donde se pueden conseguir las películas que hizo, y tienen su ropa, algunos cuadros…

¿Qué le llamó la atención de su personalidad?

Hay filmaciones donde está de gira y está tejiendo o riéndose mucho con sus compañeros. Contrariamente a lo que se cree, que era una amargada por la vida que tuvo, tenía muchos momentos de divertimento, disfrutaba mucho de la vida. Fue lindo descubrir eso. Y había momentos en los que podía ver que ella no tenía absolutamente nada de miedo a morir, no tenía nada de miedo a nada, era una osada.

¿Siente que la conoce?

Conozco lo que quiero ver de ella, seguramente. Si hablo con gente como Charles Aznavour, quizás me diga “no es como vos creés”. Pero el teatro es una fantasía y parte de la imaginación de cada uno.

Este proceso de investigación que implica su profesión ¿le agrada?

Sí, el proceso de investigación y de creación de un personaje es lo que más me gusta. Yo hice un secundario comercial, porque no sabía lo que iba a hacer, y como mi papá era contador… Y ahora me siento como que estoy en la Universidad, porque leo, investigo, tengo que analizar lo que leo para construir un personaje…

Usted ha trabajado con gente de distintas nacionalidades. ¿Es verdad que los argentinos tienen algo especial para el teatro?

Sí. Hay un poquito de indisciplina, pero se entregan; a lo mejor llegan tarde, juegan mucho en escena, se divierten mucho en los ensayos… Eso no lo vi tanto en el elenco inglés, por ejemplo; ellos se toman con mucha seriedad el teatro. En Argentina hay mucha pasión y es todo tan difícil… Los veo muy comprometidos con el entrenamiento, con tratar de hacer bien las cosas y de ser los mejores para poder trabajar en lo poco que hay.

¿Se imagina desempeñando algún otro trabajo?

Bueno, yo iba más para docente, en el arte. Y en algunos momentos se me pasó por la cabeza ser contadora o matemática o antropóloga. Pero tirar a la basura todos los años de arte que había hecho para empezar otra carrera no me parecía.

Desde luego, poco tiene que ver con matemática o antropóloga.

¡Pero no te rías! Antropóloga tiene que ver con la investigación de cosas, que hago, de alguna manera. Y con respecto a la matemática… bueno, la música es matemática pura. Así que algo de todo eso no estaba tan errado.

La carrera como cantante no la tiene abandonada. En 2009 publicó el CD Vientos del sur

Es uno de tantos experimentos de autogestión. Es la parte que es Elena, Elena. La que decide qué hacer. Y para no dejar de lado la cantante, la intérprete de canciones que no está dentro de una obra de teatro o de una comedia musical.

El disco tiene mucho de sus raíces argentinas.

Lo empecé a gestar cuando estaba en Londres, con lo cual tiene algunas canciones en inglés. Y todas tienen ritmos argentinos, que tiene que ver con que yo necesitaba de mis raíces. Tiene un par de canciones de Drexler que hablan de estar afuera y de lo que nos pasa, como países vecinos, a Uruguay y Argentina; me sentí identificada.

Si le pregunto dónde está su casa, ¿me dirá todavía que en Buenos Aires?

Sí, mi sede, digamos, es Buenos Aires. Después, viajo por el mundo.

¿Lo echa en falta?

Debo admitir que estar en Europa me gusta muchísimo. De los españoles, de los italianos… tenemos mucho en Argentina, así que tratás de ver dónde es que nos parecemos. Y, como estás aislada, no estás cerca de tus amigos ni de tu familia, estás en una burbuja. Que tiene algo lindo, que te puedes concentrar en vos, no estás dispersa. Por otro lado, yo tengo ganas de abrazar a mi mamá y no puedo. Una de cal y una de arena.

¿Le importa especialmente el reconocimiento del público argentino?

No, me gusta sentirme querida por el público, pero no como persona, sino porque les gusta lo que hago sobre el escenario. También me gusta cuando acá se aplaude mucho, cuando acá me esperan afuera del teatro. Es satisfactorio, quiere decir que algo llegó, le gustó, pudo volar, imaginarse cosas mientras estaba en el teatro.

¿La paran mucho por la calle?

Acá no, estoy tranquila, voy en subte y qué sé yo. En Buenos Aires, un poco sí. En mi barrio, me encontraba con vecinos o con la gente del colegio cada vez que iba al supermercado. Y es lindo cuando uno está con el espíritu bien arriba y alegre y tiene tiempo; pero si no, no sabes cómo decir “mira, me tengo que ir”.

Tengo entendido que tuvo que aprender francés para hacer Piaf.

Sí, no sé el idioma perfectamente, pero estudié para las canciones. Y sigo tratando de perfeccionar. Porque, al cantar todos los días, se van un poquito algunas cosas. De hecho, antes de estrenar tuvimos unas sesiones con una francesa, y nosotros pensábamos que estábamos cantando re-fluido (carcajada), y nos mató: “esto no, esto no, esto no”… Yo tengo todas las notas y antes de salir siempre miro: “hoy me voy a fijar en esta palabra”. Eso te mantiene vivo también en el espectáculo.

De los idiomas que conoce, ¿con cuál se quedaría para la interpretación?

El italiano. Es como una segunda lengua para mí; mi abuela era italiana. Sé frases, versos, palabras… Nunca lo estudié, pero lo entiendo perfectamente.

¿Le gustaría volver a hacer algo en italiano, pues?

Sí, de hecho, en diciembre vamos a volver a hacer Mina en Buenos Aires. La rescatamos por unas pocas funciones. Es algo que nos debemos.

¿En Argentina la conocen por su trabajo televisivo?

No, hice muy pocas cosas… Pero la última vez que vine acá, hace un par de años, estaban dando los capítulos de Floricienta en los que yo había estado. De gitana hacía. Se deben de haber reído tanto… Porque yo nunca pensé que iba a hacer una gitana que iban a ver en España. Cuando lo supe, dije: “¡ay, dios mío, qué papelón, se deben de estar muriendo de la risa de lo que nosotros creemos que es un gitano!”. Después hice otra tira, Hombres de honor. Y me volqué muchísimo en el teatro.

Y llegaron los reconocimientos. ¿Qué suponen, en términos prácticos?

Los premios te hacen subir el ego por un día, pero sólo quieren decir que a un grupo de gente le gustó mucho tu trabajo. Es un lindo reconocimiento. Pero que tengas cinco o diez premios no quiere decir que no tengas que seguir trabajando, incluso para obtener trabajo, porque no quiere decir que te lluevan propuestas tampoco.

¿Ni con el Olivier?

Sí, con el Olivier más. A mí me sirvió para tener un punto más en Piaf en Argentina. Y ahora voy otra vez a trabajar en Londres y los permisos de trabajo va a ser un poco más fácil [obtenerlos] porque tengo un Olivier, que ellos mismos me entregaron. Pero uno se puede agrandar por tener un premio.

¿Se basta a sí misma para tener los pies en la tierra?

Sí. Y, si uno no está dormido, a veces se da cuenta de que la misma vida le dice “bajá, tranqui”.

A usted, que ha tratado con Rice, Lloyd Webber, Sondheim…

A Sondheim, estoy superansiosa, lo voy a conocer ahora que vamos a ensayar Passion. Son gente muy interesante, con la que uno puede aprender muchísimo, empezando por cómo es la personalidad de esas personas. Son una especie de sabios.

¿Se les acerca uno con especial respeto?

A mí me provocan mucho respeto, pero no miedo. Mi mamá me puede enseñar sobre la vida, sobre lo que ella vivió y yo todavía no; y ellos también. Cuanto más pares seamos, cuanto más normales estemos, más voy a obtener y más van a obtener ellos de mí. Si uno admira tanto, pone también en un lugar muy incómodo al otro. A mí me pone en un lugar incómodo cuando alguien viene y me admira tanto. No digo que esté mal, pero siento que no tiene por qué pensar que yo soy más…

Pero por su profesión...

También es admirable un oficinista, las cosas que hace para mantener a su familia. Yo sé que el arte tiene una cosa muy especial, muy espiritual. Pero eso no hace que uno sea mejor.

¡Pero un intérprete multidisciplinar es más insólito que un oficinista!

Sí, y por algo la gente va al teatro, necesita como volar… Lo entiendo. Pero no me gusta sentirme superior o que alguien me ponga tan arriba.

¿Tiene en cuenta la crítica?

Sí, la leo. A veces no toda, porque son muchas y no tengo tiempo. Son interesantes, pero es la opinión de una persona. Siempre lo mejor es mantenerse en el centro con esas cosas.

¿Qué es lo más bonito que ha leído?

Como tengo una educación más como cantante y bailarina, para mí la actuación es una cosa pendiente, le tengo mucho respeto. Siempre me pregunto si estaré actuando bien. Un periódico inglés dijo “se ha metido tanto en la piel de Piaf que ni se notan las costuras”. Y yo dije “ay, qué lindo, se la creyó”.

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