Más allá del bien y el mal

Regresa a los escenarios un icono del power pop independiente tras un silencio de siete años, los que separan ‘Success’ de ‘Every Kind of Light’.
Siete años después, reunidos alrededor de una mesa, Jon Auer y Ken Stringfellow han hecho las paces para resucitar a The Posies.
Siete años después, reunidos alrededor de una mesa, Jon Auer y Ken Stringfellow han hecho las paces para resucitar a The Posies.
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Siete años después, reunidos alrededor de una mesa, Jon Auer y Ken Stringfellow han hecho las paces para resucitar a The Posies.
Jon Auer y Ken Stringfellow imaginaron su carrera al revés. Comenzaron con un disco de resonancias apocalípticas, Failure (1988), y se dijeron adiós tras rubricar el título más optimista, y acaso el más cínico, de su carrera como The Posies, Success (1998), como llamaron a su despedida. Every Kind of Lights (2005) es su regreso.

La Fábrica de Chocolate recibe el lunes a una de las bandas emblemáticas del sonido independiente de los noventa. Con Darius Minwalla (batería) y Matt Harris (bajo) junto con Stringfellow y Auer, únicos miembros de la formación original, los nuevos The Posies están muy lejos de cimas como Dear 23 (1990) o aquel Frosting on the Beater, de 1993, pero han vuelto a afinar el aparejo para cerrar un buen disco a partir de la misma fórmula: guitarras prominentes, cuidadas melodías y armonías vocales que los emparentan, una y otra vez, con el sonido de los seminales The Hollies.

En definitiva, pop oscuro y delicado el de The Posies, que en su última entrega se atreven, incluso, con la política. De hecho, It’s Great to Be Here Again es sólo en apariencia una celebración de su vuelta a los escenarios.

* La Fábrica de Chocolate Club. C/ Rogelio Abalde, 22. Lunes, a las 22.30 horas. Entrada: 18 euros en taquilla y 15 anticipada, a la venta en Elepé, Honky Tonk, La Columna, Gong CD y La Casa de Arriba.

Nostalgia y desazón

Every Kind of Light es un disco lleno de sinsabores para los fieles al sonido de The Posies. Correcto y esperado, evoca lo mejor de una carrera tocada por la genialidad de Amazing Disgrace (96) o Frosting on the Beater (93). Tan poco sorprendente como cualquier otro regreso, despierta la nostalgia de tiempos, sin duda, mejores.

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