Los incombustibles The Stooges no se rinden y resurgen con James Williamson

  • La banda de Iggy debuta en sala ante los fans españoles el viernes 30.
  • El veterano guitarrista, novedad tras el fallecimiento de Ron Asheton.
  • Repasarán el Raw Power, inédito hasta ahora, con su crudeza habitual.
The Stooges, con James Williamson (izquierda).
The Stooges, con James Williamson (izquierda).
The Stooges, con James Williamson (izquierda).

Los Stooges, con James Williamson como guitarrista, en lo que es la principal novedad de la formación estadounidense respecto a sus últimas giras, brindarán al público español su primera actuación en una sala desde su regreso a los escenarios a comienzos de siglo. Será el viernes 30 de abril. El escenario es La Riviera (Madrid) y los artífices, la promotora Noise On Tour. Irrepetible e inolvidable la historia vivida por Iggy Pop y los suyos en estos últimos años. Recapitulemos.

Hay fechas insulsas, olvidables; días triviales y absurdos, molestos incluso, que no dejan ninguna huella y, en cambio, jornadas esenciales, luminosas, reveladoras; puntos de inflexión que marcan una vida. El rock, si pudiera hablar, y vaya si a su modo habla, vivió una de estas últimas el 12 de septiembre de 2003. Ese día ya lejano, en los albores del nuevo siglo, y cuando el sol de aquél infernal verano comenzaba a apiadarse, concurrieron tres hechos que han marcado a fuego las existencias de muchos aficionados a la música en nuestro país: Johnny Cash exhalaba su último estertor y se despedía del mundo, nacía el Azkena Rock Festival en la vitoriana explanada de Mendizabala y, allí mismo, como maestros de ceremonias, los Stooges volvían a rugir sobre un escenario tras varios lustros de silencio.

De algún modo, y por mediación de una irónica y macabra carambola, el destino pareció elegir esa fecha para trazar un rumbo a seguir, un camino de baldosas. Descolocados por la ausencia de un movimiento musical realmente excitante, qué lejanos parecían ya los días del grunge y su aluvión de obras magnas, muchos aficionados al rock se aferraron a ese festival para, al menos, saciar su sed nostálgica con conciertos de grupos veteranos, a menudo más fiables que nadie, y presenciar interesantes fogueos de bandas jóvenes.

Por otra parte, la prensa, de un modo más o menos leal, aprovechó la coyuntura de la desaparición de Cash para espolear lo que, ridículamente, se conoce como Americana; esto es, country-rock o folk, música americana de raíces. De allí han surgido la mayoría de maravillas musicales que, a cuentagotas, nos han endulzado la vida en estos últimos años. Evidentemente, esa tendencia ya existía antes de que el hombre de negro nos dijera adiós, pero los focos sobre artistas como él o similares alumbraron con mucha más fuerza. No existió tal nivel de bajeza ni de oportunismo como con Kurt Cobain en los 90's, ni mucho menos, con ese grunge sobreexplotado y distorsionado hasta límites casi denunciables, pero son dos casos relativamente similares, sospechosamente similares.

Iggy Pop, el mismo

Pero olvidemos análisis, volvamos a la inmediatez de ese señalado día. Con las entrañas ardiendo de tanto esperar una ocasión que no parecía llegar nunca, hubo una legión de fans que aquel día materializaron un sueño y alcanzaron la paz. Naturalmente, los de los Stooges. Los afortunados que acudieron al citado evento asistieron atónitos a un concierto desbordante, eléctrico, incendiario; Iggy Pop parecía el mismo que se autoflagelaba treinta años antes y parecía escupir vísceras sobre el escenario a cada estrofa, a cada alarido.

El estado de gracia de la banda, que fundamentó su repertorio en sus dos primeros álbumes (The Stoges y Fun House), fue tan evidente que el de Vitoria fue el primero de muchos más, repartidos en festivales de toda la geografía española. También, a mediados de década, engendraron el cuarto disco de su trayectoria, The Weirdness. No les hacía falta, conviene añadir. Pero el grupo de Detroit, habitualmente enmarcado en el punk pero que lo trasciende con su contundente personalidad y a golpe de salvajismo escénico, pasión, lascivia y canciones deslumbrantes, sufrió un duro revés con el fallecimiento de Ron Asheton, guitarrista y miembro fundador, en 2009.

Algunos auguraron la disolución definitiva del grupo. Algunos no conocen a Iggy Pop. El fibroso e incombustible cantante, que ya gasta 63 años pero que continúa tirándose al público como un exaltado imberbe, y que así siga, reclutó a James Williamson, guitarrista que entró en la formación a comienzos de los 70's con Raw Power, el tercer disco, el tercer puñetazo en el esófago. La baja de Ron es sangrante, su carisma es irreemplazable, pero los asistentes al esperadísimo concierto de Madrid escucharán por fin temas de ese disco, ninguneado en sus anteriores actuaciones, y podrán disfrutar a Iggy y sus escuderos en las distancias cortas, en la intimidad de una sala.

Existen jornadas esenciales, luminosas, reveladoras, decíamos. El 30 de abril de 2010 bien podría ser otra.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento