Jornadas eternas y un bocata

  • La crisis y las ganas de ver a los famosos aumentan la demanda de gente que va como público a la tele.
  • ¿Qué sería de un programa sin ellos?
Los guapos y participativos se colocan en las primeras filas.
Los guapos y participativos se colocan en las primeras filas.
Antena 3
Los guapos y participativos se colocan en las primeras filas.

Desfilan por nuestra pantalla: sonríen, aplauden, se emocionan y, a veces, hasta lloran. Imprescindibles en muchos programas, desconocemos sus nombres, pero a veces hasta logran robarles el plano a los presuntos protagonistas. Público televisivo: ¿no estaría sin ellos mucho más desangelada la tele?

La mayoría de las cadenas recurren a las agencias de contratación artística, que son las que buscan el público que se necesita. Llenar una grada no resulta complicado si tenemos en cuenta que los teléfonos de estas empresas no paran de sonar. Peticiones no faltan: amas de casa, gente en paro, estudiantes...

En el sector hay auténticos profesionales que se acercan a las agencias, donde se les rellena una ficha y pasan a formar parte de su archivo. Sólo es cuestión de organizarse: una buena agenda e intentar ir al mayor número de programas posibles.

Javier Fernández es una de estas personas. "Llamas y les preguntas si la semana que viene tienen algo y miran a ver si les encajas", explica este madrileño que aprovecha la tele para sacarse un dinero. Las tarifas van de los 18 a los 25 euros por asistir a programas de entre 1 y 5 horas de duración.

El transporte no es un problema: como los platós suelen estar en las afueras de Madrid se cita a la gente en un lugar céntrico y un autobús los recoge. Para soportar la jornada de trabajo se les da un bocata y un refresco. Una vez allí se les explica cómo deben aplaudir y reírse. Nunca se les distribuye al azar; los más guapos y participativos ocupan el lugar de honor: la primera fila.

Pero no todos los programas pagan por asistir, como sucede en El hormiguero (Cuatro). Aun así, el show de Pablo Motos tiene una lista de espera de cuatro meses. "No damos abasto, el contestador se nos colapsa", afirma Elena García, una de las chicas que coordina el público. La crisis parece ser 'la culpable' de esta avalancha de peticiones. "En circunstancias normales no sería así, se nota que la gente tiene mucho tiempo libre".

Los asistentes deben cumplir una serie de normas: se intenta evitar que hagan publicidad, pero no se ponen trabas para sacar un cartel siempre que no sea ofensivo. Por este motivo, a la entrada se les controla y si van a llevar camisetas o enseñar un cartel, el equipo lo tiene que ver antes, cuenta García.

Con tantas solicitudes han podido confeccionar una agenda de emergencia con los contactos de los que tirar en un momento de apuro (bajas de última hora, acciones especiales...). Y aunque normalmente es complicado repetir, con esta gente tienen manga ancha.

Uno de estos históricos del programa es David Pérez, quien ya ha perdido la cuenta del número de veces que ha ido. "Ya me conocen cuando me ven, y a la salida Motos me saluda", dice. Este estudiante se ha convertido en un miembro más del equipo, incluso hace poco fue figurante: hizo "de espermatozoide".

Ir a la tele no es siempre divertido

Los espacios grabados suelen ser los peores, ya que se pueden hacer tres del tirón. "Alguna vez he pensado 'me quiero morir' porque el presentador no paraba de equivocarse y escuchas lo mismo quince veces", dice Elena Alonso, estudiante de Empresariales. "Es sacrificado para lo poco que te dan", comenta entre risas. Otros no han querido volver. "Descubrí la gran mentira que era la tele cuando en un programa me dieron escritas las preguntas que podía hacer", alega Juanma Martín.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento