Barcelona tiene ya 25 bandas latinas con un millar de jóvenes

Afecta al 5% de los adolescentes de origen latinoamericano. Pandillas importantes quieren integrarse pacíficamente. Los líderes de los Ñetas y los Latin King se dan la mano por primera vez.
En la foto, pintadas de bandas latinas.
En la foto, pintadas de bandas latinas.
Archivo
En la foto, pintadas de bandas latinas.
Los investigadores de las bandas latinas han hallado hasta 25 nombres de pandillas distintas en Barcelona. Consideran que el fénomeno no justifica ninguna alarma social y destacan que afecta sólo a entre un 3 y un 5% (de 600 a 1.000 jóvenes) de los 50.000 latinoamericanos que viven en la ciudad.

Además, las bandas no son organizaciones delictivas y algunas quieren que se las reconozca como a cualquier otra asociación cultural. Así, los autores de este detallado estudio presentado ayer asistieron la noche del domingo a una ceremonia de los latin king y sus líderes les confirmaron su voluntad de integrarse.

Los expertos destacaron la necesidad de contar con ellos para solucionar y prevenir conflictos. El especialista neoyoquino Luis Barrios aseguró que los líderes de los Ñetas y de los Latin King en Barcelona se habían dado ayer la mano por primera vez y que un representante de los Latin viajará a Madrid para pedir al líder de la ciudad que renuncien a la violencia.

Jóvenes catalanes, marroquíes y portugueses también integran las bandas latinas.

20 minutos reveló que quieren la paz

Los expertos insistieron ayer en la importancia de los medios de comunicación en el fenómeno de las bandas y elogiaron una noticia publicada por 20 minutos. El director del informe, Carles Feixa, consideró que los medios fomentaron inicialmente la creación de bandas, pero puso como ejemplo de noticia bien tratada la publicada por este periódico relativa a la integración de una banda en un casal barcelonés.

Ropa ancha, reggaeton, gestos y pintadas

Los jóvenes latinos, formen o no parte de una banda, comparten unos mismos símbolos identificativos. Llevan ropa ancha, les gusta bailar el reggaeton y se saludan con unos mismos gestos importados de Latinoamérica. A parte de compartir un mismo acento, los jóvenes latinos usan también el mismo lenguaje no verbal. Es su identidad cultural. Muchos de ellos toman la conciencia de ser latinos al llegar de sus países. El grupo, la banda, les ayuda a establecer nuevos vínculos sociales después de haber roto los que mantenían en su tierra. Eso no significa, sin embargo, que pertenezcan a ninguna banda ni tampoco que sean peligrosos.

«Jóvenes desterrados, adultos aterrados»

Los pandilleros llegaron a Barcelona con las reagrupaciones familiares iniciadas en 1999  Ô «La Nación [latina] existe en Chicago, en Nueva York, en Quayaquil y en Barcelona, pero esto no nos debería asustar», aseguró ayer el experto Carles Feixa, que antes de investigar el fenómeno de las bandas en Barcelona lo había hecho ya en Suramérica.

Tras un año de investigaciones en la ciudad de Barcelona, ha llegado a esta conclusión: «jóvenes desterrados y adultos aterrados es una combinación explosiva». Los «jóvenes desterrados» de que habla Freixa llegaron a Barcelona contra su voluntad, algunos años después de que sus madres vinieran a trabajar, en muchos casos en el servicio doméstico.

Cambios legales favorecieron la reagrupación familiar a partir del año 1999. Su viaje a Barcelona era, en palabras de Feixa, «un triple viaje»: en el espacio, en el constante cambio propio de la adolescencia y entre culturas. Los jóvenes latinos no son, pues, ni primera ni segunda generación de inmigrantes, sino «primera generación y media».

La llegada a un lugar que no resulta ser lo que esperaban se vio agravada por una respuesta hostil por parte de la sociedad receptora. Ante esta desubicación, algunos de los recién llegados –adolescentes con los vínculos familiares debilitados después de varios años de separación– toman el modelo de los jóvenes latinos que ven en televisión: los pandilleros. Al fin y al cabo, tal y como explica Jaume Funes, adjunto al Síndic de Greuges, estos jóvenes se enfrentan a las mismas «complejidades vitales» que cualquier otro adolescente y tan sólo tratan de  responder a una pregunta: «¿pero quién demonios soy yo?».

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