La excavación abarca una superficie total de 37 metros cuadrados, distribuidos en cuatro sondeos, según los datos facilitados a Europa Press por fuentes de la Fundación.
Además, está previsto un trabajo de recopilación de la documentación histórica sobre el templo, que se completará con calcos de los grafitis de los muros y, en función de los resultados, se fijarán días de visitas guiadas a la excavación.
Además de aportar información histórica, la investigación determinará, entre otras cuestiones, la secuencia de la construcción del templo, la presencia o no de enterramientos en la nave sur, el nivel de los pavimentos antiguos, la procedencia de las humedades y las características de los rellenos, que pueden resultar importantes de cara a la posible instalación de sistemas para drenar la humedad.
La cata entre la cabecera románica y la nave norte resultará de especial interés dado que es el único tramo original que conserva la iglesia.
Los trabajos en la iglesia se prolongarán durante dos o tres semanas y habrá un plazo aproximado de un mes más para redactar el informe que incluirá también la lectura de los muros y la interpretación constructiva del templo, con sus fases, reformas y añadidos.
La Fundación del Patrimonio Histórico invertirá en estos trabajos previos de investigación arqueológica un presupuesto cercano a los 13.000 euros, a los que hay que sumar otros estudios previos destinados a definir la estabilidad estructural de la iglesia y la redacción del proyecto para la rehabilitación integral del templo, que suman 31.000 euros más, de modo que la inversión hasta el momento alcanza los 44.000 euros.
La ermita de Santa María del Torrentero es un pequeño templo de dos naves, de origen románico del siglo XII aunque de la traza original sólo pervive la cabecera plana que hoy es el presbiterio de la nave central. Después sufrió una reforma tardogótica y en el siglo XVI la construcción añadida de la capilla de los Isla.
Asimismo, destaca también el sepulcro en piedra con las figuras yacentes de los señores de la Villa, Pedro Díaz y María Gómez, del siglo XVII, y las pinturas murales, algunas de ellas, datadas en torno a 1500.
Actualmente, el templo está abandonado y en desuso, con grandes grietas y vegetación en los muros, notables deterioros en las cubiertas y seriamente afectado por la humedad, especialmente a los pies de la nave.
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