Permiso para tener una infancia

  • La Declaración de los Derechos del Niño, firmada hace 50 años, es el motivo de la muestra de fotografía '1,20'.
  • Desde Gervasio Sánchez hasta Ouka Leele y veinte promesas de la imagen exponen sus trabajos.
  • FOTOGALERÍA: Exposición fotográfica 'A 1,20 metros'.
Una de las fotografías de la muestra.
Una de las fotografías de la muestra.
Tino Soriano
Una de las fotografías de la muestra.

"Es la conciencia la que tiene que tomar partido, no la fotografía". Carlos de Andrés, uno de los veinte fotógrafos consagrados que conforman la cara conocida de la exposición que desde el viernes puede visitarse en Efti, 1,20, lo tiene claro: "La fotografía ha de mostrar una realidad, una imaginación, una idea o un símbolo para que alguien lo recoja". En esta ocasión, los 50 años de la Declaración de los Derechos del Niño, el motivo es más que digno de espabilar a cualquier o mejor aún a todas las conciencias.

Cristina García Rodero, Gervasio Sánchez, Ciuco Gutiérrez, José Cendón, Enrique Meneses, Ouka Leele, Carlos de Andrés y Eduardo Momeñe son algunos de los fotógrafos a los que podremos contemplar en esta exposición, cuyo título, 1,20, nace del motivo del concurso que ha dado origen a la muestra.

A ras de suelo

Las fotografías presentadas al certamen convocado por el Consejo General de la Abogacía Española, la escuela de fotografía Efti y la ONG Espíritu Social, debían estar tomadas desde la altura de un niño, y ésa es más o menos el 1,20 que le da nombre. Algunos de los 'conocidos', como el fotógrafo documentalista Carlos de Andrés, han expuesto una imagen tomada a ras del suelo, ni siquiera han llegado a la altura fijada. La idea: "hacer una buena fotografía", porque, explica, "sólo a ras de suelo se consigue". Un hombre pidiendo en el metro es el motivo, y aunque parezca alejado de la idea de la exposición, no lo está tanto: "Es en realidad ese niño que no quiere crecer".

El premio para los finalistas era exhibir junto a veinte fotógrafos de la talla de los expuestos. No había un premio en metálico, y aún así nuestras promesas de la fotografía no lo dudaron. Un detalle que nos hace pensar en que acaso no sea siempre lo mismo lo que nos mueva.

El ganador, Josep López, cuya fotografía, El 5, fue tomada en Ecuador, es además un ejemplo de esfuerzo personal y solidaridad. Fue hasta dicho país para ayudar a niños en situaciones difíciles dándoles una de las cosas más importantes: educación. Era profesor de Matemáticas.

Josep, valenciano de 25 años, sale de la clase en la que está (en este caso recibiéndola) para atendernos y, con naturalidad, como si todos fuéramos así de solidarios y así de 'esforzados', nos cuenta que actualmente es cocinero por la mañana y estudiante por la tarde. El 5, la fotografía que le ha dado el premio, fue un intento de reflejar la importancia del juego en la infancia. Una interesante lección la que nos da Josep recordándonos el poder y la necesidad del juego para los niños; tal vez la única manera de salvación para algunos de ellos y el nexo que todos deberían tener: su derecho a jugar que es lo mismo que su derecho a ser niños.

"Nos van a pasar por la derecha y por la izquierda", afirma el veterano Eduardo Momeñe (contemporáneo de Leele o García-Alix, pero con un trabajo siempre más silencioso) en alusión a los veinte finalistas. "Y nos van a superar, porque tienen mucha fuerza, mucha estética... Son muy buenos".

Con la humildad propia de los que ya han llegado reconoce el valor de los que vienen y con cierta ironía avisa de que alguno se quedará sorprendido ante su imagen: "Es posible que alguien pregunte qué hace esta foto aquí". Momeñe ha elegido retratar, en vez de a un niño, algo que a simple vista parece un canal de Ámsterdam (aunque no sea ése el lugar y él me pida que no desvele el real, para que el espectador lo imagine). Sin embargo hay mucho más detrás de esta imagen. "Es un parque de edificios en miniatura dedicado por unos padres a su hijo muerto en Auschwitz. Quisieron hacerlo para dedicárselo a todos los niños del mundo". No ha intentado con ello juicio alguno, porque no es de los que creen en el papel de la fotografía como redimidora del mundo.

Directos a la conciencia

Esta filosofía planea sobre toda la muestra: conseguir arañarnos donde debe, en la conciencia, pero sin facilitarnos la denuncia masticada y convenientemente enfocada.

El juicio lo hace cada uno de los espectadores a través de imágenes como la de Gervasio Sánchez: una fotografía que nos duele tanto al mirarla que apenas si somos capaces de soportarlo. Cuesta mantener la mirada a ese niño de la imagen al que le falta una pierna y en cuyos ojos leemos la pérdida de su infancia.

Es cierto que no todas las fotografías tienen tanta potencia y en ese sentido, las hay que nos dan un respiro, pero es tan ligero, que en cuanto volvemos a mirarlas, nos damos cuenta de que esto de complaciente no tiene nada.

1,20 es una exhibición necesaria que nos habla de lo que de verdad importa: la infancia, el amor a la infancia y, sobre todo, sus derechos. A ras de suelo, para que por una vez miremos a esos niños que nunca nos atrevemos a ver.

Los niños son los maestros

"Las feministas reivindican sus derechos, pero ¿y los de los niños? Ellos son los grandes olvidados". Ouka Leele, que expone una imagen cuyo primer destino iba a ser un cuento, aprovecha esta muestra para hablar de sus verdaderos protagonistas y defenderlos como maestros de bondad y esencia: "Los niños ven más allá de lo que la cultura les impone. Ellos son los maestros y hay que cuidarlos". En su imagen, una niña recién despertada de una pesadilla, ésa es la idea que quiere transmitir: "A los niños hay que cuidarlos mucho, porque el ser humano es bueno por naturaleza. Es el mundo el que los hace malos".

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