Artistas como George Grosz, Jonh Heartfield, Josep Renau, Antoni Saura o Grupo Crónica, entre otros, reflexionan sobre la muerte en diferentes formatos, bien sea la escultura, el óleo, la litografía y la fotografía.
La muestra recibe al visitante con la escultura de una pareja que baila frente a una máscara de la Muerte, del autor John Davis, quien "imaginaba en su casa a sus antepasados bailando", con la idea de que aunque los seres queridos "mueran, siguen perviviendo", según explicó uno de los comisarios de la exposición, José Vicente Torres. Detrás de esta imagen, una frase de Horacio reza en la pared: "Imagina que cada día es el último y así agradecerás el amanecer que no esperabas".
La exposición se divide, de este modo, en la muerte vista como una experiencia individual, en forma de preocupación existencial, y en otra zona, en la que aparece interpretada como un mal colectivo, en forma de guerras, masacres o matanzas.
En la primera parte, aparecen las obras de John Davis, de quien también se muestran tres pequeñas máscaras mortuorias, junto a una gran fotografía de Carmen Calvo. Ambas obras tratan de recuperar la presencia de la muerte en el espacio doméstico, habitual en los siglos anteriores, y que en el siglo XX comienza a desaparecer. Flores muertas, tanto de Julio González como de Ross Bleckner; y el suicidio, visto desde la perspectiva de Cristina Lucas, completan esta parte.
En una segunda parte, aparece la muerte como fenómeno colectivo, de la mano de Josep Renau, John Heartfield, Markus Lupertz y Equipo Crónica, entre otros. Esta parte hace una especie de recorrido por el siglo XX, con críticas al capitalismo, al nazismo y a la guerra de los Balcanes, entre otros.
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