CINEMANÍA nº252

Matthew McConaughey
CINEMANÍA nº252
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Está todo bien

1. MANDAMIENTOS DE COHLE. “Sé quién soy. Y después de todos estos años, eso es un triunfo”. Lo dice el detective auténtico de nuestro tiempo, un personaje que se mantiene a fuego (y a cañaverales y a marismas y a caimanes y a curvas de Alexandra Daddario) en la memoria colectiva desde hace ya un par de años, cuando descubrimos True Detective (T1, claro) y a su pareja de perdedores con pinta de llevarnos por el camino de la amargura. Con el apoyo de Woody Harrelson, amigo/amado desde el segundo plano, Matthew McConaughey alcanzó por fin un listón que ya le ha convertido en una referencia eterna. Ya es ‘El de True Detective’. Por encima del Oscar (ya ni recordamos por qué película fue).

Tras dos años sin estrenar (de 2009 a 2011), hace cuatro años su personaje en Mud, un tipo con ciertas concomitancias con Cohle, abrió la caja de los vientos que le han traído hasta aquí, respaldado por su sorprendente jefe de strippers de Magic Mike, el académico compromiso de Dallas Buyers Club (sí, aquí estuvo el Óscar) y los cinco minutos de gloria de El lobo de Wall Street, más el hype nolaniano de Interstellar. Con la doble rebeldía de Newton Knight (el gris que se rebela ante los rebeldes) en Los hombres libres de Jones termina una legislatura entera de triunfos. Coronados por Rust Cohle, un hombre al que seguiríamos igual que los chicos aturdidos y confundidos de la Movida del 76 de Linklater seguían a Wooderson. Aquel veterano Ni Ni con bigotes rubios que les guiaba con su poderoso “Alright, alright, alright” era todo un aviso de lo que estaba por llegar a poco que el tejano encontrase un mojón en su carrera. ¿Cómo está todo ahora? A pesar las sombras que deja el final de la serie de Pizzolatto, la voz de Rust Cohle nos hace sentir seguros: “Al principio de los tiempos fue la oscuridad, pero si me preguntas ahora, diría que va ganando la luz”. Está todo bien, Matthew McConaughey.

2. HISTORIA DE NUESTRO CRIMEN. Se ha escrito un crimen, con eñe. Y el cine español, con altibajos, no ha sido ajeno a ello. Dice el cliché que nuestro cine es más dado al drama denso y a la comedia de secundarios, pero la realidad es tozuda, y nosotros y nuestras listas, más todavía: 35 peliculones (que son 40 con los tapados elegidos de estrangis por el equipo CINEMANÍA en nuestra oculta firma del staff, cita ineludible de los cazadores de joyas) que van desde la sorna de Edgar Neville a La isla mínima, de Borau a Alfredo Landa, del Madrid castizo a la Barcelona pre 92, de la policía franquista a la corrupción eterna; con estilos tan diferentes que dan gloria verlas. La sangre de nuestro mejor cine ha llegado al río y eso nos permite homenajear al recién fallecido Pedro Costa, cerebro de aquel proyecto qué repasó la crónica negra de España, un serial para entender mejor nuestra historia y a nosotros mismos cuando ya habíamos alcanzado la democracia y creíamos que nada malo podía pasarnos. Al escuchar la sintonía de La huella del crimen nos poníamos firmes ante nuestra herencia. A mediados de los ochenta, aquello impresionaba. Hoy la serie completa esté disponible en la web de TVE, un lujo que justifica el servicio público. También el crimen es competencia del Estado, ¿no?

3. SEPTEMBER. Es el signo de los tiempos, o tal vez sean sólo fechas de languidez vital, de sentirse como los personajes de Finales de agosto, principios de septiembre de Olivier Assayas. O como los tristones reunidos en la cabaña de Woody Allen en su película septembrina, la más alicaída de todas. Es como que está pasando algo, pero no quieres darte cuenta: el estreno de la nueva versión de Ben-Hur me descubre uno de los pósters de la película del ruso-kazajo Bekmambetov. En él, un primer plano de Rodrigo Santoro crucificado en el papel de Jesucristo. Con toda la barba. Ríete tú de la corona de espinas de Mel Gibson. Y eso me lleva a una de las grandes escenas de la versión cinemascópica de Wyler, 57 años antes. El prisionero Charlton Heston se dirige a galeras cruzando Judea, bajo el calor, la sed y el látigo romano. En una parada en un pueblo, un valiente rompe la prohibición de ofrecer agua a Ben-Hur. Nunca le vemos el rostro, sólo el protagonista le reconoce. Es suficiente. Del cartón piedra a las cuadrigas digitales hay un trecho que estamos recorriendo a marchas forzadas. Lo bueno es que podemos elegir libremente qué rostro del cine preferimos.

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