Para empezar, quédense con estas dos palabras: especialización y multilateralidad. La sociedad necesitará profesionales mejor formados y más especializados, pero, a la vez, que tengan conocimientos de otros campos que diferencien su labor. De ahí las nuevas carreras que mezclan el Derecho con la Economía o la Gestión de Empresas con la Publicidad. Un ingeniero no sólo tendrá que ser un hacha en una faceta muy específica, sino que también tendrá que saber hacer presentaciones, dominar herramientas de marketing, tener nociones básicas de las relaciones públicas...
Además, todo hace prever que será una mala época para los conocimientos genéricos sin aplicación práctica (véase, Humanidades). Y es que las empresas piden cada vez más técnicos, y dotados de un grado de excelencia difícil de encontrar: «Hay que crear centros de excelencia en los tres niveles educativos», afirma Pablo Vázquez, director de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada). «Pero eso no existe aún aquí. Lo que será la educación dependerá de si somos capaces de generar esos centros. Garantizado el acceso universal, ahora lo que toca es formar y retener el talento», apostilla.
Más planes educativos
Para lograr este objetivo será necesario, una vez más, cambiar el sistema educativo: «El nuevo modelo metodológico que propone Bolonia (autoaprendizaje y resultados educativos por competencias) no es posible tal y como está planteado ahora el Bachillerato», explica Javier M. Valle, profesor de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Este nuevo modelo deberá mezclar, además, «la disciplina de los finlandeses en letras y la creatividad de los asiáticos en matemáticas», según afirma Jesús Ramírez, psicólogo educativo.
La opinión de los expertos coincide en la exigencia de un cambio de modelo y en la necesaria excelencia. Pero su visión sobre el futuro varía mucho. Del crudo pesimismo de Valentín Martínez-Otero (psicólogo social) –«Si no se pone remedio seguirá descendiendo el nivel instructivo y aumentarán las diferencias. Habrá unos escasos centros escolares elitistas y muchos mediocres. Se disparará la educación a distancia, aumentarán los conflictos interpersonales entre alumnos de distinto origen...»–, al estoico optimismo de Julio Carabaña (catedrático de la Universidad Complutense) –«Los problemas reales de la enseñanza española serán dentro de una década los mismos que ahora y que hace veinte años. Los dos principales, la falta de alumnos de aprendizaje alto y la desigualdad de oportunidades.
En cuanto a los problemas políticamente construidos (fracaso escolar, planes de estudio...), algunos seguirán, otros se olvidarán y nacerán otros nuevos; pero el sistema seguirá funcionando como hasta ahora, bastante bien»–. ¿Habrá que dejar que todo cambie para que todo siga igual, como decía el Príncipe de Lampedusa, o se acometerá de una vez por todas una profunda revolución educativa? No responda todavía, mejor hágalo después de 2020...
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