Comienza The Ghost Writer y, al menos, uno siente estar frente a buen cine clásico. Algo que no sorprende cuando la película viene de la mano de Roman Polanski, quien más allá de escandálos, juicios pendientes y arrestos domiciliarios, es autor de una larga lista de obras maestras como La semilla del diablo, El quimérico inquilino, Repulsión o Lunas de Hiel.

Con su última obra, hoy estrenada en Berlín, el director vuelve al thriller, género que ya demostrase dominar en, por ejemplo, Frenético. The Ghost Writer comparte con ésta cinta importantes elementos: el clima paranoico alimentado por dudosos comportamientos oficiales, el asfixiante cúmulo de conspiraciones que envuelven al protagonista y, por último, cierta tendencia al humor que, además de oxigenar la tramaa, emparenta la interpretación de Ewan McGregor con la de Harrison Ford en Frenético o, cómo no recordarlo, la de Cary Grant en Con la muerte en los talones de Hitchcock.

The Ghost River logra enervar y hacer reír al espectador, ofrece magníficos trabajos de sus protagonistas (insuperable, por ejemplo, Olivia Williams como primera dama británica) y deja entrever el indiscutible dominio del oficio del director. Sin embargo, pierde algo de fuelle en su último tramo, donde Polanski se enreda en exceso en persecuciones, nuevos sospechosos y alguna que otra innecesaria sorpresa final.

Polanski, que terminó de montar la película en su lujosa jaula de Gstaad, luce más cuando exhibe su resquemor hablando de traiciones y falsas apariencias que cuando se despista atando y desatando nudos policiacos. Por eso The Ghost Writer, aunque más que digna, brilla como sofisticada y sensual intriga de dormitorio e irónica mirada a los entresijos del poder, pero puede llegar a cansar como pura cinta de acción.