Es posible. Con sus apagones consigue que los cubanos cenen a la luz de las velas. Por esa regla de tres, Miguel Ángel Cámara sería un alcalde sin sentimientos. En Murcia tocamos a más farolas que los catalanes. Y no es por marcarnos un farol. Siempre habrá quien diga que 82.918 focos van contra el cariño callejero, los besos furtivos, contaminan, sobran, no hacen falta... Pero qué gusto da ver la ciudad iluminada desde el Puerto de la Cadena. En cambio, cuando uno sobrevuela La Habana, no ve nada. Y no sólo porque no hay nada que ver, sino porque la nada, encima de estar vacía, no tiene luz. Qué gusto da que no te la quiten. Por eso propongo enviar en misión humanitaria a Cuba a la asociación murciana contra la contaminación lumínica. Dicen que es mucho y que no vemos el cielo. Yo no había pensado en eso, pero os aseguro que en La Habana os vais a hinchar a contar estrellas.