Blanca Romero: "Nunca estudié, sólo he sabido currar, currar y currar"

  • Adiós a cotilleos y papeles livianos: aspira al Goya por After, su debut en el cine, y se reivindica como actriz.
  • Modelo, cantante y madre, la asturiana habla sin tapujos de su vida antes de marcharse a rodar a Italia.
La actriz Blanca Romero.
La actriz Blanca Romero.
Jorge París
La actriz Blanca Romero.

Acostumbrados a verla en televisión o como protagonista de la prensa rosa, su debut cinematográfico en After supuso una agradable sorpresa. También para la Academia del Cine, que la ha convertido en candidata al Goya a la mejor actriz revelación.

Primera película y candidatura al Goya. ¿Cómo lo lleva?

Como una embarazada primeriza: da igual la edad o la experiencia que tengas, porque sientes mucho honor, agradecimiento y respeto.

¿Se merece la nominación?

Pregúntaselo a los académicos... No me di cuenta de lo que había hecho hasta que se terminó el rodaje. Fue muy orgánico y duro: de día rodaba Física o Química y por la noche tenía que irme a Sevilla a hacer la película.

¿Cómo sobrevivió?

Pasarte días sin dormir durante tres meses te produce agotamiento físico, psicológico y emocional. Sufrí un desgaste horrible. El personaje era duro y doloroso, y el esfuerzo para encarnarlo, igual.

Defina a su personaje...

Es una mujer llena de colores y matices, que en segundos pasa de sentirse fuerte a ser pura fragilidad. Una tía que, en un instante, se transforma en otra. Un personaje muy radical, que me transmitió su soledad e insatisfacción.

¿Era así en el guión o tenía mucho de usted?

Dos meses de ensayo, sumados al rodaje, te llevan a tatuarte a esa persona en el alma. Lo llevas ahí, y se te queda. El director, Alberto Rodríguez, me dejó hacer todo lo que yo sentía. Me dejó ser yo, darlo todo. Pude aportar sensaciones de mi vida, de mis años de pena, lucha y soledad. Pero también me cuidó, me paraba cuando me excedía o sabía cómo sacarme más si me quedaba corta.

¿Cómo se llevó con el papel?

Me machacó muchísimo. Me sentí sucia, llegaba a casa y tenía ganas de ducharme porque me sentía rodeada de vicio. Hasta llegué a cogerle manía y a juzgarla por quererse poco y destruirse a sí misma.

¿Y su parte buena?

Su valentía. Es lo que más admiración me provocó, cómo tira para delante.

¿Qué aprendió de sí misma?

Tuve que mirarme, y eso es doloroso. Fue una especie de terapia, de psicoanálisis. Aprendí que todos tenemos fuertes tendencias autodestructivas y que en mí había bastante de eso. Convertí cosas mías en conscientes, cosas duras que me impedían disfrutar. Me di cuenta de cómo a veces me dirijo hacia algo sabiendo que me hará sufrir, pero no puedo evitarlo. Me dejó mucho dolor, pero también cierta capacidad de huir de mí misma.

¿Por qué After no funcionó en taquilla?

Se vendió como la típica película española: noche de fiesta, alcohol, drogas, pero no tenía nada que ver. Parecía dirigida al público juvenil, cuando en realidad no la iban a entender. Hablaba de gente de nuestra edad, de treintañeros quemados.

¿Y con qué se quema ahora Blanca Romero?

Ahora me voy a Italia para rodar una serie para la RAI. Tendré mucha responsabilidad porque toda la trama gira en torno a mi personaje y, encima, todo es en italiano. Y ni lo hablo, ni he tenido tiempo para estudiarlo.

¿Se lo tendrá que inventar?

Será otro reto. Y además tendré que cantar: la música la compone Ennio Morricone, e interpreto la canción principal.

Así que adiós a Física o Química...

Me da mucha pena porque echaré mucho de menos la serie, pero sí. Y no es lo único que dejo: también mi hija se queda unas semanas con mis padres, al menos hasta que pueda llevármela a Roma. Ella es de lo que más me costará alejarme.

¿Vale la pena?

Sí, porque me permitirá seguir aprendiendo. Así es como he aprendido en la vida, trabajando, porque jamás he estudiado ni para ser actriz ni para nada. Mi receta para seguir funcionando siempre ha sido la misma: currar, currar y currar.

Ha sido modelo, cantante... ¿Callará esta candidatura a los que la acusan de no quedarse con nada?

Sí. La Academia está formada por gente que sabe de cine, y es un reconocimiento muy bonito. He sido señalada muchas veces con el dedo, he tenido muy malas críticas, han escrito de mí con muy mala leche y ha habido mucho amarillismo a mi alrededor. Me alegra que ahora los justos reconozcan mi trabajo y que los malos tengan que callarse. Me corta cadenas, me deja bastante en paz.

¿Sintió orgullo cuando se vio en el filme?

En el rodaje, me preguntaba qué coño estaba haciendo. Pensaba que me echarían del país. El director y mis compañeros me animaban y felicitaban todos los días, pero yo creía estar haciéndolo fatal. Pero, cuando vi la película, me lo creí. No me vi a mí, sino al personaje. Pero también encontré a esa persona que nunca enseñas, por timidez, por miedo, porque no es fácil mostrar a la gente lo que tienes dentro. Y pensé: ahí estoy, me gusto. Soy muy autocrítica, no me suelo gustar, pero respiré porque había hecho un buen trabajo.

Cumplió en su debut, y con un personaje muy denso.

Era una oportunidad, un caramelo, pero pedía mucho, y yo no tenía una formación para darlo. Sólo vivencias, unas pocas. Creo que la vida está para vivirla, y para poder contarla; para poder interpretarla, hay que vivir mucho. Sólo eso.

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