Que bien le hubiera venido a los reporteros que cubrían el nacimiento de la Infanta el domingo cuando caían chuzos de punta que cualquier marca de impermeables o paraguas les hubiera prestado interesado o desinteresado socorro.

Tampoco hubo camiones pagados por empresas cerveceras, ni bocatas de sardinas enviados por  conserveras alguna . Tuvieron que conformarse con agua mineral y unos tristes bocadillos de chorizo que repartió Zarzuela .

Y al pobre hombre que no quiso cerrar su bar esa noche para darles servicio y cobijarles de la lluvia le ha caído una multa de los municipales. Y eso que sirvió caldo incluso a los miembros de la Guardia Real.

Ahora cuando han transcurrido cuatro días desde el nacimiento de Leonor no hay día que pase sin que decenas de empresas aprovechen la “pasarela Leonor” para inmortalizar sus productos ante el batallón de fotógrafos apostados ante la puerta.

Un joven disfrazado de botones Sacarino, representante de una tienda de ropita infantil posa como si de la Obregón se tratara llevando en las manos una surtida canastilla. Una importante marca de juguetes envía a una mensajera cargada con un completo surtido de sus muñecas de moda, y hasta Caperucita Roja y Piolín, dos personajes de la Warner han tenido el gesto de plantarse en la Clínica para hacer llegar a la Infantita un surtido de peluches. El día menos pensado visita la Clínica el muñeco de Rodolfo Langostino para promocionar congelados.

Aquí el que no corre vuela. También hay regalos menos interesados. Como los de vecinas de la zona de Mirasierra que pasaron toda la noche al fresco el pasado domingo para entregar patucos y jerseycitos confeccionados por ellas mismas en las semanas previas al nacimiento. O el jamón que la Denominación de Origen de Teruel quiere enviarle a la niña.

El Príncipe, convencido de que Teruel también existe, se ha volcado desde siempre con esta provincia.  A este paso va a tener que alquilar allí una nave industrial para guardar tanto regalo.