Somos una comunidad con excedente de producción eléctrica: exportamos más de la tercera parte de la que generamos. Y las minicentrales hidráulicas, según la organización ecologista Adega, están pensadas para producir electricidad de forma descentralizada. Por ejemplo, a pequeños núcleos en la montaña.

Actualmente hay 364 en Galicia. Muchas están emplazadas en el cauce de un mismo río, lo que «constituye el mayor disparate imaginable desde el punto de vista de la conservación del paisaje y de nuestro patrimonio natural», según un informe de la Universidade de Santiago (USC).

Las minicentrales modifican el caudal de los ríos provocando un deterioro de sus cuencas. Y esto, dice la USC, ha supuesto una amenaza para el ecosistema fluvial en su conjunto: invertebrados acuáticos, peces como la trucha común o el salmón atlántico –para los que la minicentral supone un obstáculo insalvable a la hora de remontar el río–, anfibios, mamíferos y la propia vegetación de las riberas.

Para Adega, sin embargo, el problema va más allá de lo ecológico. «Es la privatización de un bien público, el río, para el beneficio exclusivo de las empresas eléctricas», afirman.

Otra energía también es posible

«Ya hemos pagado bastante el progreso dejando a nuestros ríos estériles», dice Ángel Castiñeiras, de la asociación Coto do Frade de O Ribeiro. Apuesta por otras fuentes renovables y, de todas, la que más potencial tiene es «la regeneración de biomasa»: aprovecha residuos forestales de la limpieza de montes, superficie quemada o de la transformación de la madera para generar electricidad. Por el momento, sólo hay cuatro centrales de este tipo, dos en A Coruña, una en Pontevedra y otra en Ourense. Otra opción es la eólica, «pero no en zonas de tanto valor ecológico como O Suído y Os Ancares», sentencia.