Primero, porque una economía es menos eficiente cuando el precio de los bienes y servicios se falsea arbitrariamente. Segundo, porque subvencionar combustible sólo beneficia a las petroleras, y no parece lógico que el dinero del contribuyente se utilice para engordar sus ya de por sí altos beneficios. Es obvio que si, a cada aumento del precio, el Gobierno responde aumentando la subvención, la escalada de precios no terminará.
Y la subida libre del petróleo permite que combustibles alternativos, y menos contaminantes, alcancen el umbral a partir del cual su comercialización puede resultar rentable.
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