¿La crisis económica? ¿El cambio climático? ¿La proximidad del fin del mundo? Sean cuales fueren las razones, lo cierto es que este año que termina ha sido especialmente nefasto para Cupido.

Las torres más altas han caído: ni aquellos que servían de modelo por su estabilidad han sido capaces de soportar el temporal. Así ha sido para Tim Robbins y Susan Sarandon, una de las parejas más sólidas de Hollywood, y los últimos en incorporarse a esta lista negra tras 23 años juntos (nunca llegaron a casarse), dos hijos en común y una larga vida de películas y activismo político.

Una trayectoria idéntica han seguido en nuestro país Imanol Arias y Pastora Vega. En ambos casos, la ruptura ha sido pacífica y civilizada, no motivada por terceras personas (al menos eso aseguran, pese a los correveidiles originados en torno a Juan Ribó en el segundo caso).

En el apartado de separaciones tormentosas destaca el divorcio de Lydia Bosch y el arquitecto Alberto Martín Caballero –al que acusó de haber abusado de su hija y cuya demanda ha sido finalmente desestimada–, la espantá de Natalia Jiménez, cantante de la Quinta Estación, que dejó plantado a su novio el día de su boda, la ruptura televisada de Pipi Estrada y Miriam Sánchez o el también mediático desencuentro de Rihanna y Chris Brown, maltratos incluídos. También han dado mucho que hablar Mel Gibson y Tiger Woods, cuyos escarceos han acabado con sus respectivos matrimonios.

Ni siquiera la realeza ha escapado al cataclismo: Laura Ponte y Beltrán Gómez-Acebo fueron los primeros. Después fue la hermana de éste, Simoneta Gómez-Acebo y José Miguel Fernández-Sastrón, y Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal.

El broche llegó con la confirmación del divorcio de los Duques de Lugo. La lista la completan Francisco Rivera y Elisabeth Reyes, Guti y Arancha, Elsa Pataky y Adrien Brody, Carlos Bardem y Dafne Fernández, Jennifer Aniston y John Mayer, Sean Penn y Robin Wright... El fin del amor ha tocado todos los palos.