Alfredo Gómez Cerdá: "Los niños de ahora me asustan un poco"

El escritor Alfredo Gómez Cerdá.
El escritor Alfredo Gómez Cerdá.
JORGE PARÍS
El escritor Alfredo Gómez Cerdá.
<p>'Barro de medellín', de Alfredo Gómez Cerdá (Edelvives).</p>Tiene en su haber más de 100 títulos –se dice pronto– y un don tan escaso como preciado: hacer disfrutar a niños y adolescentes con la lectura. En un mundo de Harry Potters y Crepúsculos, él apuesta por historias cercanas pero no exentas de imaginación: Pupila de Águila y Apareció en mi ventana son dos ejemplos, de los que ha vendido más de medio millón de ejemplares.

Así es Alfredo Gómez Cerdá, semblante circunspecto, corazón jovial y burlón, reciente Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil gracias a Barro de Medellín, una metáfora de cómo la cultura puede ayudar a salir de la marginación y la violencia. En ella, dos chavales de un barrio marginal entran en una biblioteca a robar para comprar aguardiente al padre de uno de ellos, que es alcohólico. Pero ese robo les incita a leer y les abre un horizonte de posibilidades.

¿Cree que el premio destaca la profundidad social de sus obras?

He escrito libros de todo tipo, también tengo novelas de aventuras, de humor, pero sí que me gusta plantear cosas importantes en los libros. No me gusta laetiqueta de "literatura comprometida", pero creo que el escritor debe tener un compromiso consigo mismo y con la literatura. La realidad es lo que más me inspira, y cómo puedo recrearla y transformarla en un libro, siempre con imaginación. Me llaman la atención los problemas de los demás, la injusticia, la miseria, la desigualdad, hay pocas cosas que contar de la vida de un niño que es completamente feliz.

Y sin embargo, en este momento triunfan libros de fantasía: vampiros adolescentes, etc.

Sí, hay una corriente muy fuerte de fantasía. A mí ese tipo de fantasía me interesa menos. Me gusta distinguir entre fantasía e imaginación. Por un lado, están los mundos fantásticos como El señor de los anillos. Por otro, el mundo de la imaginación que se puede aplicar a la vida cotidiana, como lo hacen Julio Cortázar, José Saramago o Kafka. Yo me quedo con eso. Trabajar con la imaginación y aplicarla a la vida cotidiana, transformarla.

¿Nunca se ha planteado escribir sobre fantasía?

No, ya hay muchos que lo hacen, y además creo hay que escribir sobre lo que te conmuev y sobre lo que llevas dentro, tienes que ser honesto contigo mismo. Conozco a Laura Gallego desde que era una cría y me parece muy bien que escriba sobre fantasía porque es lo que lleva dentro. Lo criticable es que muchos otros se han apuntado al carro. A esos se les ve el plumero.

A la hora de escribir sobre niños, ¿qué referencias toma?

Tengo un contacto permanente con los niños, visito colegios, bibliotecas, participo en encuentros con los lectores, eso me permite  conocerlos y observar cómo van cambiando. Los niños de hace 25 años han cambiado mucho en sus gustos, sus formas…

¿Cómo ve a los niños de ahora?

A mí me asustan un poco. Creo que hay una generación que da un poco de miedo; es una generación perdida, a la que le han dado de todo, muy fácilmente. Son tremendamente consumistas -con el dinero de los padres, claro- y estamos creando entre todos pequeños dictadores, con su entorno, con sus compañeros, con su familia. Pero tiene que haber una reacción. Estas generaciones son resultados de una reacción contra las predecesoras, y supongo que también habrá una contrarreacción a esta.

¿Tienen vigencia aún los cuentos clásicos?

Los cuentos clásicos siempre estarán ahí, y deberían transmitirse oralmente. Lo que ocurre es que los padres cuentan menos cuentos a los hijos. Ahora, les ponen el cuento en la televisión y ya está. Y es una pena, porque creo que la lectura empieza por ahí, escuchando.

¿Y qué leía usted de pequeño?

Pues literatura infantil no, porque en mi casa no había libros infantiles, ni mi colegio tenía biblioteca, así que de niño no leía mucho. En realidad me inicié en la lectura a los 12 años con novelas de Pereda, de Pérez Galdós, que eran de mi madre. Me gustaban mucho esas novelas realistas de finales del XIX.

¿Cuál es su libro preferido?

Me apasionaban y me apasionan los libros de aventuras, Tom Sawyer y Huckleberry Finn son un hito para mí. Los libros de Salgari, Mark Twain, Stevenson, Alicia en el país de las maravillas, menos. Pero hay un libro en concreto que me hubiera encantado escribirlo yo: Las aventuras de Peter Pan y Wendy. ¡Pero se me adelantaron! Tiene muchas lecturas, además del consabido deseo de no crecer. Para mí no es un libro de fantasía, creo que es mucho más realista de lo que parece. A veces creo que sigo escribiendo literatura infantil porque no he crecido, pero me doy cuenta de que escribo para niños desde el adulto que soy, y me gusta que sea así.

¿Por qué se decidió por la literatura infantil?

Hubo una época en que probé muchas cosas: había escrito tres novelas de adultos, muy largas, y las editoriales siempre me contestaban con la misma carta: está muy bien escrita pero… Siempre había un pero. Hice una incursión en el cine, hice algún guión, también me gustaba mucho el teatro. Y de pronto, descubro la literatura infantil. Escribí un libro, Las palabras mágicas, y recibí una respuesta inmediata: el Segundo Premio El Barco de Vapor. En 1983. A partir de ese momento todo rodó como una bola de nieve. No me arrepiento de la elección.

¿Escribir para niños es más fácil que escribir para adultos?

Creo que esto es como la piedra filosofal. Hay que tener una habilidad especial para conectar con los niños, que no todos los escritores tienen. Hay escritores muy buenos que lo han intentado y han fracasado estrepitosamente. Aunque los libros estaban muy bien escritos a los niños se les caían de las manos. Pero de vez en cuando me apetece escribir libros diferentes, libros que también están dentro de mí, y hago novelas para jóvenes y para adultos. La literatura infantil tiene una ventaja y es que no se queda obsoleta en cuatro días. El público se va renovando.

¿Los niños leen más que los adultos?

Los niños leen más de lo que creen los adultos. Y también los jóvenes. A lo mejor no leen lo que deberían leer. Pero sí leen.

¿El libro electrónico afectará a los autores?

Creo que no se puede luchar contra el libro electrónico, es inevitable, no sé si tardará mucho o si tendrá éxito, pero creo que sí afectará a los escritores, bastante. Pienso que ocurrirá como con la música, los libros dejarán de venderse. Todo el mundo se bajará el libro que quiera a su ebook y ahí lo tendrá, sin pagar derechos de autor. Eso significa es que algunos escritores podrían quedarse en la indigencia y que los derechos de autor desaparecerían por completo. Según se comenta, gracias a Internet se lee más que nunca, la cuestión es que se lean cosas interesantes, literatura de verdad. El problema es cómo encontrar la calidad. La editorial es un filtro -que no es garantía de calidad, porque hay libros infumables- y la crítica también lo es, pero en Internet vale todo. Puede llegar un momento en el que desaparezcan los libros y esté todo en la red. El problema será cómo llegar a lo que merece la pena en ese maremagnum tan grande.

¿No cree que los nostálgicos seguirán prefiriendo el tacto del papel?

Mucha gente seguirá fiel al papel, pero cuando la informática esté en las aulas, cuando desaparezcan los libros de texto y el alumno vaya con su ebook a clase, esas generaciones vendrán de un mundo sin papel y ahí es cuando se producirá el gran cambio. A pesar de todo, parece que el libro electrónico se resiste, respecto a la música, donde el cambio ha sido fulminante.

¿Le quita el sueño el ebook?

Me preocupa sobre todo el hecho de que vivimos en un país que protege todas las propiedades menos la intelectual. En otros países hay una protección de los derechos de autor increíble. Viajas por Europa y no ves los top manta que ves aquí en España. Y esto está bien visto por todos. Pero no me quita el sueño. Me lo quitaría el hecho de que desapareciera la lectura, convertirnos en una sociedad ágrafa.

BIO. Nació en 1951 en Carabanchel. En 1983 publicó Las palabras mágicas, segundo Premio Barco de Vapor. Fue la primera de muchas y premiadas obras de temática infantil-juvenil. En 1989 ganó el Primer Premio El Barco de Vapor con Apareció en mi ventana. También cuenta con el Premio Gran Angular, Premio Altea y Premio Ala Delta.

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