Recorrerán a continuación un pasillo de paredes pintadas de arriba abajo con rayas blancas y negras, marca de la casa. Sabrán que han llegado a su destino cuando se topen con seis grandes televisores que emiten, única y exclusivamente, una entrega de la serie para Internet The World of Stainboy.
Pero no se equivoquen, al contrario que Oz, Burtonlandia existe. Al menos desde este domingo y hasta el 26 de abril de 2010. Lo encontrarán en Manhattan, en la 53 Oeste, entre la Quinta y la Sexta avenidas, donde tiene su sede el Museo de Arte Moderno (MoMA).
La institución neoyorquina nunca había acogido una exposición tan amplia en torno a un cineasta como la que ahora protagoniza Tim Burton. Ésta ha invadido el museo. Literalmente.
Cientos de obras
En los jardines –por si alguien quisiera olvidar que ha entrado en un mundo de fantasía–, se toparán con un bicho gigante repleto de ojos que es, en realidad, un globo de más de 6,5 metros de alto y casi 2,5 de diámetro. Y comprobarán que los arbustos se han podado con forma de ciervos, al estilo de Eduardo Manostijeras.
En total, se muestran más de 700 piezas. Porque a Tim Burton se le conoce como director de Beetlejuice, Batman, Mars Attacks!, Charlie y la fábrica de chocolate, Sweeny Todd... Pero el estadounidense (nació en California en 1958) es además ilustrador, fotógrafo y escritor. En definitiva, artista.
Inéditas
Razón no le falta. La influencia de los cómics, de la cultura japonesa, de los dibujos animados, incluso de los juguetes, se deja ver en sus obras.
La mayoría han salido del archivo personal de Burton, pero también de almacenes de estudios de cine y de las colecciones privadas de ciertos colaboradores. Algunas jamás se habían exhibido en público.
Bienvenidos a Burtonlandia.
Más allá del bien y del mal
Rafa Vidlella
Por algo huyó hace mucho de Disney: sus sueños, más pesadillescos que reparadores, eran demasiado heavies. Así que su salto al largometraje fue La Gran Aventura de Pee Wee, tan infantil como, en el fondo, sombría (el actor terminó en la ruina tras ser cazado en un cine porno).
Burton siguió adelante reinventando (nunca inventando) géneros: el terror con Beetlejuice, el cine de superhéroes con Batman, los cuentos de hadas con Eduardo Manostijeras. Agitándolo todo y sumándole cinefilia rodó la maravillosa Ed Wood.
Desde entonces, 1994, ha rehecho películas que no lo necesitaban (El planeta de los simios y Charlie y la fábrica de chocolate), adaptado textos ajenos (Sleepy Hollow, Mars Attacks!, Big Fish o Sweenie Todd) y, quizá donde más ha brillado, desparramado su creatividad a través de las animadas Pesadilla antes de Navidad y La novia cadáver. Ese talento estético es el que lo ha instalado en el Olimpo de muchos, y por el que ahora le abre sus puertas el MoMA.
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