"Si hay un crimen sin categoría es haber hecho máquinas de guerra de esos niños". Son palabras del padre salesiano Mario Pérez, que dirige desde hace doce años el centro Don Bosco Ngangi, ubicado en Goma, una de las urbes de la región congoleña de Kivu Norte más castigadas por los conflictos que sacuden al país desde 1998, que han causado más de cinco millones y medio de muertes.
El drama de los niños soldado es una constante en la República Democrática del Congo, un país rico en yacimientos de diamantes y de coltán (el mineral con el que se hacen las baterías de los móviles). Estos menores, que en muchas ocasiones han sido arrancados de sus familias, son adultos a los 10 años (o antes). Cambiaron el balón por el fusil y a una edad a la que deberían jugar ya han mutilado, matado o violado. Además, son drogados para su adiestramiento.
Menores agresivos
Con los menores ex combatientes tienen que tener mucho cuidado las dos primeras semanas que pasan en Don Bosco, un centro que ha ayudado en sus 20 años de vida a unos 26.000 niños, ya que son muy agresivos y "quieren resolver todo por la fuerza", cuenta Mario Pérez. Por esta razón, en este periodo siempre hay algún educador a su lado.
Actualmente en Don Bosco hay en torno a un centenar de niños ex soldado. "La primera palabra que tienen para cualquier cosa es yo te mato... y son capaces", explica a 20minutos.es el salesiano, que añade que "algunos niños han matado a sus propios padres". Afirma que uno no sabe cómo van a reaccionar y que incluso alguna vez ha recibido golpes.
La mayoría de los niños al principio "muestran una desconfianza total y el único criterio que siguen es vengarse". No obstante, el padre Mario Pérez, venezolano, cree que "es posible cambiar", a pesar de que hayan sido traumatizados. El cambio lleva su tiempo y en Don Bosco les acompañan en este duro proceso.
Cuando llega un niño ex combatiente al centro, los responsables tienen que esperar a que el Estado les envíe un documento que ratifique que está fuera de las fuerzas armadas, lo que supone una "hipocresía" a juicio del sacerdote, puesto que "por una parte dicen que el niño no puede ser reclutado, pero por otra hay que esperar al documento que diga que está fuera del Ejército".
Pero todo el esfuerzo compensa al padre Mario Pérez, para quien es un orgullo que haya niños que se han educado y formado "en nuestra casa, que se han reintegrado" y que ayudan a los demás.
Los datos de Amnistía Internacional indican que unos 30.000 niños esperaban ser liberados de las fuerzas armadas y grupos rebeldes cuando se puso en marcha el proceso nacional de paz en el país, en 2003. Según esta organización, hoy en día quedan más de 11.000 menores que no han pasado por el programa de desarme y reintegración. Por su parte, los datos de Unicef reflejan que en el conflicto participan más de 8.000 niños soldado.
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