Las 10 cosas que Scorsese no te va a contar sobre George Harrison

Llega a Madrid y Barcelona 'Living in the Material World', un documental de Martin Scorsese sobre el beatle silencioso que cuenta menos de lo que debería. Por EDUARDO GALÁN
Las 10 cosas que Scorsese no te va a contar sobre George Harrison
Las 10 cosas que Scorsese no te va a contar sobre George Harrison
Las 10 cosas que Scorsese no te va a contar sobre George Harrison

George Harrison. Living in the material world, que se estrena este viernes, ha sido el enésimo acercamiento de Martin Scorsese a la música de la contracultura. Después del ambivalente No direction home, donde (re)visitaba a aquel Bob Dylan contradictorio que cambió el folk por la lisergia, con su documental sobre el beatle silencioso ha caminado terrenos más seguros y, quizá, de menor interés. Pero CINEMANÍA, en su afán de repartir el conocimiento como Chuck Norris reparte cañonazos, os regala (pinchad la versión instrumental de What is life para acompañar la lectura) ¡las 10 cosas que Martin Scorsese no os ha contado sobre George Harrison!

1. Fue el único beatle que protagonizó un videoclip con un pato de bañera gigante.

Sí, ¿a que no creíais que ibais a escuchar esta frase nunca? George Harrison fue un pionero, adelantándose al furor de los “animalicos” en Internet. En el vídeo de la estupenda Blow Away (George Harrison, 1979), al entonces director Neil Innes (Bonzo Dog Band) no se le ocurrió mejor idea que proponerle que apareciese cantando al lado de un pato de bañera, dentro de un cisne de porcelana y, agarraos los esfínteres, ¡montado en un perrico de plástico! El buen lado budista de Harrison le hizo aceptar semejante majadería y el croma, el croma, el croma, el croma, el croma, el croma, consiguió el resto.

2. Fue el único músico capaz de grabar una canción con su ex-mujer, Pattie Boyd, y con su nuevo novio, Eric Clapton.

Amigos, eso es saber encajar. No solo tu mejor amigo se enamora de tu mujer (como cuenta Scorsese con cierta profundidad en el filme), sino que les propones grabar una versión (infame) del Bye Bye Love de los Everly Brothers (Dark Horse, 1974) con pequeños guiños al lío que había ocurrido entre los tres.

3. Tenía una (cierta) obsesión con los enanos de jardín.

Como Gerald (Tom Wilkinson) en The Full Monty, George Harrison colocó diversos enanos por el jardín de su mansión de Friar Park. Más allá de su dudoso gusto británico (recordemos la afición de este personal norteño por las moquetas), los little people se integraron en la portada de su obra maestra All Things Must Pass. Además, en un guiño a esta cubierta, colocó a un enano disfrazado como los de su jardín en el vídeo de Between the devil and the deep blue sea (Brainwashed, 2003)

4. Compuso una canción terrible en homenaje a la Fórmula 1.

Una cosa es tener aficiones y otra cosa es hacerles una canción. A nadie se le ocurre componer un rock a la apicultura. Pero Harrison era un hombre de convicciones fuertes y amontonaba obsesiones: la jardinería, las guitarras, la religión budista o la Fórmula 1. No nos olvidemos que la última visita a nuestro país fue al circuito de Montmeló en 1993, quizá para olvidar esta terrible Faster (George Harrison, 1979) que compuso a su amigo Jackie Stewart (aparece, muy emocionado, en el documental de Scorsese). Tomen nota de uno de los momentos más terribles de la música contemporánea: antes de que cante “faster than a bullet from a gun”, ¡se escucha una (puta) bala! Así se hace. Remarcando paquete.

5. Escribió la primera canción especialmente pensada para un concierto benéfico.

Antes de monstruosidades como We Are the World de Michael Jackson o Freedom de Paul McCartney, George Harrison escribió la primera canción creada para un concierto benéfico. Bangladesh (1973), una composición maravillosamente (sobre)producida por Phil Spector, cerró el concierto del mismo nombre, un evento que arrejuntó a humanos como Bob Dylan, Eric Clapton o Leon Russell para recaudar fondos y ayudar al país asiático. Que después muchos de los fondos se perdieron antes de llegar a Bangladesh, sería otra historia.

6. Solo volvió al directo cuando los japoneses se lo pidieron.

“Me dedico a mi jardín”, fue la respuesta más repetida por George Harrison cuando le preguntaban por si iba a regresar al directo. Tras la experiencia horrible de su tour norteamericano de 1974, muy bien descrita (y con un montón de material inédito) por Scorsese, Hari no volvería al directo hasta Japón en 1991. Eric Clapton le sugirió retomar las giras y, en un giro inesperado del destino, el ex-beatle aceptó. De ahí salió un LP en directo, Live in Japan (1992), y algunos vídeos que demuestran su irregularidad en escena, salvo en este estupendo Cloud Nine (Cloud 9, 1989).

7. Le condenaron por plagio y él se descojonó.

¿My Sweet Lord es un plagio inconsciente de He’s So Fine de las Chiffons?

Escuchádlas.

Y ahora las dos juntas…

Algunos de los acordes coinciden, algunas de las armonías coinciden, algunas de las motivaciones coinciden (ese canto pseudoreligioso a Él, en ambos casos), aunque lo mejor de todo fue la reacción de Harrison ante los cientos de horas en el juzgado. This Song, aparecida en el LP Thirty Three & ? (1976), compensa cualquier bache en el talento del cuarto Beatle. “Esta canción no tiene nada raro/ (...) / Esta canción no infringe el copyright de nadie”.

8. También Paul McCartney le hinchaba la cabeza.

En las sesiones de Let it Be, la relación entre los Beatles se volvió insoportable. Como vereís en Living in the Material World, McCartney y Harrison vivieron una de sus escenas más tensas en un reality musical antes de que existiesen los realities, con todas las cámaras de Michael Lindsay-Hogg enfocándoles. El resultado fue un agrio rock de George a Paul que le recordaba los muchos dolores de cabeza (Wah-wah) que éste último le producía. Lo emocionante es que, después de la muerte de Harrison, el propio McCartney tocó el piano en esta canción durante el homenaje que le organizaron al Beatle silencioso en 2002. Todo el mundo le miraba en el arranque con la típica cara de “¿Qué narices estará pensando Paul ahora?”

9. Se rió de sí mismo con ganas.

George Harrison enfatizó aquello que John Lennon dijo una vez: “los nuevos Beatles son los Monthy Python”. No sólo pagó de su propio bolsillo esa obra maestra sin la que el mundo no existiría, La vida de Brian, sino que se sometió a sí mismo a toda serie de escarnios desmitificadores. Frente a la (en ocasiones) pastosta nostalgia de McCartney y Starr, estas necesarias autolesiones le elevaron como uno de las mejores fuentes para entender qué ocurrió en una de las bandas más influyentes del siglo XX. Además de producir la imprescindible parodia The Rutles. All You Need Is Cash (Neil Innes & Gary Weis, 1978), apareció riéndose de sí mismo con un cameo en una escena que se descojona del saqueo de Apple en 1968 por parte de todo tipo de jetas profesionales (incluidos los Ángeles del Infierno que el propio George atrajo a su compañía). Como dice Eric Idle en el filme, “The Rutles told them that they could help theirselves... and they did”.

En Rutland television, deconstruyendo su My Sweet Lord en pirata (“Querría ser un pirata”, buen lema):

Y, finalmente, ¿versionando? Here Comes the Sun (“Here comes Emerson”) para su amigo Emerson Fittipaldi con versos tan molones como “So let’s go to the beach/ and drink 20 caipirinhas each”.

10. Michael Palin debería de haber dirigido Living in the Material World.

Quiero terminar con un discurso contrario al carácter del documental de Scorsese. Frente a la falta de claroscuros del documental, algo que con lo que el ex-Beatle no se hubiese sentido identificado, Michael Palin (Monthy Python) protagonizó la intervención más brillante del concierto homenaje a Harrison de 2002. La transcribo como la acertadísima antítesis a gran parte del metraje de Scorsese:

“Damas y caballeros, esta es una noche muy especial. Una noche tan enormemente especial que todos nosotros nos sentimos hoy muy inadecuados en la pequeñez de nuestra celebración de la enormidad de alguien tan enormemente enorme en nuestras pequeñas vidas, como si su enormidad y nuestra pequeñez fuese lados contrarios de... no, estoy cansado de tanto homenaje. Yo solo quiero ser un “Lumberjack”. A partir del minuto 2:49 en este vídeo.

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