Su aspecto impone en las distancias cortas. Sin embargo esa impresión cambia nada más arrancar su discurso cargado de ironía. Hace un año, Álex de la Iglesia decidió complicarse más si cabe la existencia con la serie Plutón BRB Nero: "Una comedia irreverente y escandalosa, nunca ofensiva".

¿Usted es más Plutón o más verbenero?

Un poco las dos cosas porque soy bastante Plutón verbenero. Y ahora más todavía porque la serie se ha convertido en un objeto de culto maravilloso.

¿Es muy diferente trabajar en cine y en televisión?

Totalmente distinto. En Plutón no he sabido adaptarme a la televisión y la he rodado en cine utilizando una narrativa totalmente cinematográfica. No me conseguía adaptar al ritmo de una sitcom y cada episodio de Plutón es como una pequeña película.

En España, ¿seguimos estando a años luz de la ficción en EE UU?

Hacemos lo que podemos. En el caso de Plutón, por ejemplo, es absurdo intentarnos comparar con Matrix porque tampoco lo pretendemos. Queremos jugar a un juego y pasárnoslos bomba y, en ese sentido, sí que estamos a su altura

¿Para cuándo una orgía entre payasos y barbies, sus dos obsesiones?

(Risas). Tengo un proyecto que es una historia sobre dos payasos que se matan por el amor de una mujer rubia…

Para La marca amarilla ha fichado a Hugh Laurie y Kiefer Sutherland. Le habrá resultado costoso.

Es la película más compleja a la que me he enfrentado nunca; su proceso de elaboración es muy complicado y llevo tres años trabajando. Algún día si Dios quiere, veremos a Kiefer y a Hugh juntos.

Francis Ford Coppola, al igual que usted, tuvo que hipotecar sus propiedades para hacer cine.

Si hay un director al que me siento muy cercano, a ese nivel personal, es él. Tuve que hipotecar dos veces mi casa para pagar los intereses de los créditos y poder rodar 800 balas. Me cuesta mucho levantar los proyectos porque son muy ambiciosos como fue también el caso de Fumanchú para la que al final no conseguí la financiación necesaria. En cierto modo, Fumanchú se ha convertido en La marca amarilla porque es el mismo tipo de película y de ambición.

De pequeño quería ser paleontólogo. ¿Se siente ya un dinosaurio?

Un poquito. Más que un velociraptor, soy el típico brontosaurio pesado en busca de un poco de hierba.

¿Dónde mete tantos premios?

Se los mando a mi madre porque a ella le hace mucha ilusión. Es gracioso porque tiene ya una colección excesiva amontonada encima de una librería.

¿Qué le dice su madre de las películas?

Le gustan mucho y se lo pasa bien. Aunque hay cosas con las que de pronto dice: "Esto es un poco fuerte ¿no Álex?". Pero no creas que se ofende o se escandaliza. Mi madre es una crítica durísima. Siempre tengo en cuenta su opinión (risas).

¿Elvis perdió todo su sex appeal cuando usted decidió casarse en Las Vegas vestido como él?

No creo que mi boda influyera mucho en el espíritu de Elvis (risas), pero fue un gran momento y muy divertido porque todos mis amigos iban disfrazados de Pocahontas.

Sería de película…

La verdad es que Resacón en Las Vegas es exactamente igual que mi boda, es acojonante. Recuerdo que en esa noche alguien intentó tirar un mueble por la ventana de mi habitación. Pero el cristal no se rompió porque era a prueba de golpes… y de borrachos.

Y los pantalones de tirolés… ¿se los sigue poniendo aunque sea en la intimidad?

Era el uniforme de mi colegio, Divino Infante. Me sentía muy orgulloso y creía que estaba muy elegante. Siempre he querido serlo y resulta que no lo soy.

BIO. El día de la bestia, ganadora de seis premios Goya, le catapultó a la fama. Ha sido elegido este año como presidente de la Academia de Cine en sustitución de Ángeles González-Sinde.