El barrio de Cornisa de Orcasitas ocupa el extremo sureste del distrito madrileño de Usera, a lo largo del parque de Pradolongo.
Es un barrio joven, apenas del año 1.982, cuando en él se realojó a cinco poblados de chabolas del sur de Madrid muy distintos entre sí. Por lo tanto desde sus orígenes el barrio está acostumbrado a la diversidad y a la convivencia de gente de procedencia muy diversa, no sólo geográficamente, sino también en el plano económico-social y étnico-cultural.
Efectivamente en el recinto del “Centro Sociocultural Mariano Muñoz”, frente al parque, campea a sus anchas “Mari Trini” un enorme avestruz. Y en un barrio hecho a convivir con lo distinto nadie se sorprende ya con su presencia. Todos se han acostumbrado a él y únicamente los que llegamos a Cornisa por primera vez, un tanto despistados, nos inquieta la figura imponente y algo enigmática del ave.
Pero en los últimos tiempos la convivencia pacífica del barrio se ha visto alterada por los miles de personas, de origen suramericano, que cada fin de semana toman el parque al asalto para practicar el botellón. Han sido ya varios los altercado y reyertas en los que se han producido heridos de diversa consideración. Y los vecinos del barrio dicen sentirse “provocados continuamente por el estado alcohólico-violento” de los participantes en dichas concentraciones.
Pepe (73 años) fue uno de aquellos emigrantes a los que cantó Juanito Valderrama: “Cuando yo estaba en Alemania también nos reuníamos a bailar ritmos de aquí y a recordar a España, no crea. Pero nosotros respetábamos la ley, que caray. Buenos eran los alemanes para hacérnosla respetar. Nos reuníamos en locales cerrados y cuidadito con el que se atreviese a saltarse las leyes, que a ése le caía una buena. Aquí todo el mundo se pone la ley por montera y nunca pasa nada. ¡Y si decimos algo, encima se nos tacha de racistas!”.
En la asociación de vecinos del barrio tienen claro que ellos quieren ayudar a resolver el problema, pero que son las instituciones (Comunidad, Policía y mediadores vecinales) las que tienen que preocuparse y ofrecer soluciones. Por ahora, en las últimas semanas, el dispositivo policial se ha visto incrementado y la medida ha dado buenos resultados.
Pilar (36 años), se queja de que “hay que controlar más a los chinos que venden alcohol sin control alguno a diestro y siniestro. Al parecer los únicos que no podemos comprar alcohol a partir de las nueve de la noche somos los españoles. El parque debería de ser para todos, pero yo ya no puedo llevar a mis hijos a él los fines de semana. Está todo lleno de porquería, cristales y jeringuillas”.
Cae la tarde del viernes sobre el barrio y el inmenso avestruz comienza a mirar con cierta desconfianza hacia el parque. Por fortuna Mari Trini sabe que ha ido a parar a un lugar en el que la mayoría acostumbra a luchar pacíficamente y, al contrario que los de su especie, nadie mete la cabeza bajo tierra ante un problema.
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