La inauguración del Hotel Vela en el Port y las aperturas en breve del Palace y del Mandarin en el entorno del Passeig de Gràcia han confirmado a esta céntrica vía y al frente marítimo como los ejes del turismo y ocio de lujo, sobre todo, tras constatarse el fracaso de proyectos más alejados del bullicio de la ciudad, como el de Miramar en Montjuïc o La Florida, en el Tibidabo.
Según Turisme de Barcelona, la capital tiene 58.586 plazas hoteleras. La mitad son de cuatro estrellas. Por su parte, Cinco estrellas (4.126) y Gran Lujo (4.479) son el 14,7%, sin incluir el Mandarin o el Vela.
«Estamos muy diversificados en los tipos de visitantes: corporativo, turístico, de incentivos, congresual, de cruceros o cultural», resume el director del Palace, Joan Valls, para quien ya «no hay tanto mercado para tanto lujo». «Septiembre ha tenido una ocupación en torno al 80%, aunque con precios bajos. En 1993 ni siquiera había turistas. Es la diferencia», explica. «La nuestra es una inversión a largo plazo. Hemos creado una nueva zona en el Port que antes no existía», razona el director general de W Barcelona, Richard Brekelman.
De Diagonal Mar al Port, Barcelona dibuja un escaparate de hoteles lujosos, como el Arts, junto a los que desarrolla una oferta de ocio similar, con restaurantes, terrazas o lounges, como en L’Eixample.
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