La odisea por el desierto del hijo del panadero

20 minutos inaugura una sección en la que los inmigrantes cuentan su odisea hasta alcanzar el ‘sueño’ de llegar a España.
«¿A cuánto está Melilla de Camerún?». Ingenua pregunta.  Tibias esperanzas que desembocan en un futuro incierto. Salif Mohamed tenía 17 añitos y un curso de formación en electrónica. Su padre era panadero. Vivía junto con sus cinco hermanos. Y el patriarca se negaba a que emprendiera el viaje.

Ahora, con veinte años, Salif Mohamed sabe responder a la pregunta: «Ceuta se encuentra exactamente a un año y tres meses de viaje». No es un año de aventuras. Es una odisea de corte y rasguño homérico: penalidades, engaños, voraces amagos de muerte en el desierto, un año... «que prefiero olvidar».

Camerún-Nigeria.  Rumbo a El Dorado

Sólo conocía una ruta posible. «Cogí dinero a mi padre y me dirigí en mayo de 2003 a Nigeria, a casa de un primo mío. Allí esperé un mes para poder saltar a Níger».

Nigería-Níger. Ciudad Santa

Su objetivo era llegar a la ciudad santa de Agades, en Níger. Es la capital del tráfico de personas en el África subsahariana. «Allí todo el mundo sabe a lo que vienes. Te abordan y te ofrecen todo tipo de transportes para cruzar el desierto. No te puedes fiar, debes llegar con los contactos hechos». Estuvo allí un mes.

Argelia-Marruecos. Abandonados

Rumbo a Argelia, en un destartalado camión, a él y a un grupo de 61 compañeros los engañaron. De noche los dejaron en el desierto. Les juraron que era Argelia. Pasaron tres días sin agua ni comida. «Fue lo peor». Pensaban que iban a morir. La suerte se les brindó en el cuerpo de una caravana de libios que se apiadaron y los cruzó a Argelia. En ese país tuvo que trabajar como albañil hasta llegar a Orán. Una vez allí cruzó la frontera marroquí de noche y a pie.

Marruecos-Ceuta. Un lugar horrible

Lo más difícil vino después de la ciudad marroquí de Oujda. Se dirigió al campamento de Gurugú cerca de Melilla. «Un lugar horrible». Sin embargo, era muy difícil pasar. Así que emprendió una marcha de más de 18 horas de viaje hasta el campamento de Bel Younes, en Ceuta. Estuvo cinco meses mendigando en él hasta que surgió la oportunidad. «Con los contactos marroquíes hicimos un túnel por debajo de la valla». Una vez en Ceuta, estuve escondido tres días sin comer para que no me encontraran. Ahora reparte propaganda por 20 euros al día en Madrid.

Próxima entrega Ruta del Este.

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