
Un tubo, dos o tres espejos inclinados y cristales de colores en su interior. Giras y giras y lo que ves se transforma, cambian colores y figuras, ejemplificando que cualquier realidad es más compleja de lo que aparenta a simple vista.
Eso es la discapacidad. Tras esa única palabra, aparentemente sencilla, se esconde un metaverso. Poco tiene que ver el niño que ha nacido con una de las numerosas enfermedades raras existentes con el adulto que se encuentra frente a un daño cerebral adquirido. Apenas nada aquel que no puede ver o caminar, con ese otro al que el autismo obliga a transitar un mundo que sensorialmente le desborda. Sus necesidades, su educación, su acceso al mercado laboral, su envejecimiento activo, sus terapias y retos varían notablemente y la inclusión de todos en la sociedad pasa por entender, respetar y defender esa diversidad.
Algo sí tienen todos en común: la necesidad de que la sociedad los vea como individuos, más allá de diagnósticos, de erradicar prejuicios y también entender que no existen fórmulas mágicas aptas para todo el colectivo.
Teniéndolo presente, con una actitud realista, ánimo de ayuda y espíritu crítico, es como procuramos informar desde hace exactamente un año en Capaces, rara avis mediática y un regalo para las periodistas que trabajamos a diario ejerciendo de altavoz de la discapacidad, tan cambiante y complicada, con tantas aristas. Queremos albergar todos esos miles de brillantes cristales, mostrarlos en todas sus facetas, para que toda la sociedad se asome al caleidoscopio que más nos enriquece como seres humanos.
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