
En la España política de las paradojas, Sánchez se mostró ayer convencido de que será presidente en vísperas de que Núñez Feijóo se presente a su investidura, casi con toda probabilidad fallida.
Pero lo único cierto hasta el momento es la incertidumbre, ya que el futuro gobierno de España depende de los votos del partido de Carles Puigdemont, prófugo en Bélgica y lanzado a un órdago a la grande.
Es esta circunstancia y su exigencia previa de una ley de amnistía lo que tensa la situación al límite. Los secesionistas apelan a la llamada «carta de claridad».
Y lo que merece una sociedad adulta es una transparencia que, en el país de las paradojas, brilla por su ausencia.
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