La mujer desnuda (Planeta) es el título del libro que Morris presentó el martes en la galería Guillermo de Osma, donde hasta el 28 de octubre se exhiben sus pinturas surrealistas, composiciones biomórficas inspiradas en El Bosco que sacan a flote sus intuiciones sobre el comportamiento humano y la relación entre hombres y mujeres.
"Millones de años de evolución de la especie humana interferida por la cultura ha cambiado mucho más el cuerpo de la mujer que el del hombre, lo ha perfeccionado hacia una sensibilidad sexual inaudita y única", sostiene este zoólogo para quien tal modificación es fruto de la búsqueda de "vínculos" en una especie en la que la actividad sexual no se limita a la reproducción.
"Ninguna especie animal logra el orgasmo de la hembra humana", precisó para indicar que "en el largo proceso evolutivo, el cuerpo de las mujeres ha ido afinando sus órganos sensoriales destinados a hacer el amor, a estrechar sentimientos en la pareja".
Científico y superventas
Desmond Morris nació en Wiltshire (Gran Bretaña) en 1928. Desde 1959 y durante ocho años dirigió la sección de mamíferos del zoológico de Londres y saltó a la fama en 1967 al publicar El mono desnudo, que lleva diez millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.
Conocido divulgador científico, ha realizado también varios programas de televisión y películas sobre el comportamiento humano y animal.
Un retrato zoológico
"La mujer desnuda" no es un texto médico, ni un ensayo psicológico, sino un retrato zoológico en el que estudia los rasgos biológicos que comparten las hembras humanas, y las muchas formas en las que tales rasgos se han exagerado, suprimido, agrandado o reducido "siempre para embellecer el cuerpo femenino".
"Me he divertido mucho escribiéndolo, porque amo a las mujeres" y "si en las librerías de Londres solo veía libros que tratan sus problemas, yo quería festejar la hermosura de su cuerpo", aclaró el artista británico que viaja con ese espíritu por cabellos, pechos o caderas enumerando diferencias en 23 zonas corporales.
Morris elude los términos de "superioridad fisiológica" y se limita a constatar que "el cuerpo del hombre tiene más fuerza, y el de la mujer está más evolucionado".
Puso como ejemplo un experimento con madres de recién nacidos a las que se tapó los ojos para hacerles reconocer a su bebé y "acertaron el cien por cien". Sometidos a la misma prueba, solo el 50% de los hombres lo lograron.
Morris piensa que la mujer quiere hoy regresar al remoto pasado cuando aún era el centro de la vida social, "cuando uno y otro sexo eran diferentes en igualdad de términos", y confía en que los avances tecnológicos, los ordenadores, van a permitirle permanecer en la casa y combinar sus tareas entre la familia y la profesión.
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