
En España hay políticos alérgicos a los colores del arco iris. Algunos de ellos son mentes grises que piensan solo en blanco y negro, otros se desviven por imponer al prójimo su mundo bicolor.
A estos individuos les gusta prohibir, censurar y criticar todo aquello que se aparta de su pensamiento antediluviano. Los que consiguen hacerse un hueco en las instituciones gozan de lo lindo vetando símbolos, banderas y manifestaciones festivas.
Pero lo cierto es que, con la entrada de los ultras en los gobiernos de algunos ayuntamientos y autonomías, se ha iniciado una sonada caza de brujas. La practican con descaro los intolerantes contraviniendo un artículo de la Constitución Española donde se insta a los poderes públicos a proteger los derechos de las personas LGTBI. Estos policías de la moral actúan de oficio y callan como bellacos ante agresiones tránsfobas, como la que tuvo lugar en el metro de Barcelona, o las homófobas de las fiestas de Gallarta. Su moral es fárisaica.
Este año el PRIDE de Barcelona se celebrará a lo largo de la primera quincena del mes de julio y culminará con la tradicional manifestación del orgullo LGTBIQ+. Todo ello acontecerá en el marco de una campaña electoral en la que, además de discutir de economía, será interesante saber qué piensa cada partido respecto a los derechos de las personas.
Vetar una bandera como la arco iris es un despropósito. Su multisimbolismo -pacifismo, derechos individuales, diversidad, inclusividad- merece consideración y respeto.
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