Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

¿No se puede gobernar España sin apoyarse en los extremistas?

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante la campaña para las elecciones municipales y autonómicas de 2023.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante la campaña para las elecciones municipales y autonómicas de 2023.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante la campaña para las elecciones municipales y autonómicas de 2023.

Andan una vez más PSOE y PP tirándose los extremistas a la cabeza con ocasión de las elecciones generales del 23 de julio. La izquierda alimentando por enésima vez el miedo a la llegada de una ola reaccionaria que traería un invierno de frío, oscuridad y Vox donde antes llegaba la luz que nunca se apaga del autodenominado Gobierno de progreso. Y la derecha recordando en sesiones de mañana, tarde y noche que Podemos provoca insomnio y que Bildu y Esquerra han sido compañeros de viaje de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.

Quien esté libre de extremistas, que tire el primer voto. ¿No decíamos que queríamos discutir de políticas, programas y propuestas? Pues nada, más madera. El ruido se lo come todo. Y la política española permanece atrapada en la trinchera de confort de los que se sienten más cómodos peleándose que pactando.

La fiesta de los excesos verbales nos hace pensar que vivimos en un telón de acero que separa dos bloques irreconciliables donde no hay lugar para el acuerdo de los grandes partidos y las elecciones se antojan una suerte de plebiscito donde no se juzgará la gestión de Pedro Sánchez sino con quién se ha juntado Pedro Sánchez.

Quizás, solo quizás, llegará algún día en el que nos planteemos si esta trumpización de la conversación política, de la que tanto PP como PSOE tienen su cuota de responsabilidad, no nos está llevando a un escenario emponzoñado del que luego nos va a costar salir. De momento, nos sirve para que hablemos de cualquier cosa menos de lo que de verdad nos tendría que importar y para que nos demos cuenta de que hemos llegado a un punto en el que parece imposible que en España se pueda gobernar sin la muleta de los extremistas. Al menos, por ahora.

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