Los carteles anunciadores de Los santos inocentes, adaptación de la novela de Miguel Delibes (1920-2010) actualmente en las Naves del Español en Matadero hasta el 11 de junio, están atravesados por una banda que indica AGOTADAS LAS LOCALIDADES PARA TODOS LOS DÍAS. La inmejorable acogida de público viene acompañada por las críticas positivas aparecidas en la prensa y el refrendo de la profesión, ya que la producción recibió este año dos premios Talía: al mejor espectáculo de teatro; y el mejor actor de reparto, para Luis Bermejo.

No es el primer éxito de Miguel Delibes en el teatro, incluso en algún caso manteniéndose en cartel durante varias temporadas. Lo paradójico del asunto es que el escritor vallisoletano, Premio Nacional de las Letras en 1991, entró como caricaturista en El Norte de Castilla, poco después comenzó a escribir sus primeros artículos en ese mismo diario y con La sombra del ciprés es alargada (1947) inició su trayectoria como novelista. Tiene en su haber algunos ensayos y libros de viaje, pero nunca firmó ni una sola obra de teatro.

Recordemos algunas de las apariciones de Delibes en los textos dramáticos, adaptaciones todas ellas de sus novelas, algunas bastante recientes:

United International Pictures, S.L.

Los santos inocentes inevitablemente viene asociada a la gran película de Mario Camus  estrenada en 1984, y a la imagen de Alfredo Landa y Paco Rabal recogiendo en el Festival de Cannes el premio a la mejor interpretación masculina, otorgado a ambos de manera conjunta. Aquel momento cobra más valor porque el festival francés nos tiene echada la cruz desde su inauguración: España sólo ha ganado una Palma de Oro en 1961 con Viridiana, de Luis Buñuel, y eso que la película no era enteramente española, y además compartió premio con un film francés del que nadie se acuerda. En esta versión teatral, se requería contar con dos actores sólidos capaces de llevar sobre sus hombros aquellas referencias gloriosas de nuestro cine. Javier Gutierrez, como Paco el bajo, y Luis Bermejo, en el papel de Azarías, son las personas idóneas, firmando dos interpretaciones excelentes.

20M EP

Lola Herrera ha protagonizado hasta hace unos meses Cinco horas con Mario en los escenarios de toda España, una adaptación teatral que ella estrenó en 1979, dirigida por Josefina Molina, y se mantuvo año tras año en cartel hasta 1991. "Aquí llego yo con mi muerto", bromeaba la actriz en el Teatro La Latina, al presentar la temporada en septiembre de 2021, anunciada de nuevo para interpretar a Menchu, una viuda que recrea en el velatorio la vida de su marido.

PABLO SAROMPAS

Casi como una obra paralela a la anterior, José Sacristán ha dado voz -¡y qué voz!- a Señora de rojo sobre fondo gris, un monólogo del que se despidió el mes pasado en el Teatro Soho de Málaga tras unos años en cartel. Es la obra que Delibes dedicó a la memoria de su esposa Ángeles, donde repasaba la existencia de la esposa que nunca retornará.

Muerte, infancia, naturaleza y prójimo son las cuatro ideas que han articulado la obra de Delibes, en palabras del propio autor. Muerte que está muy presente en Las guerras de nuestros antepasados (1975), adaptación protagonizada en su estreno por Manuel Galiana. La obra se ha representado hasta hace bien poco en el Teatro Bellas Artes. Por ella, Carmelo Gómez se ha alzado con el Premio Talía a la mejor interpretación masculina en 2022. Las entrevistas realizadas a un preso de nombre Pacífico por parte del médico de una prisión, donde aquel rememora historias de las guerras de sus abuelos y la vivida por sí mismo, conforman este recorrido que tiene algo de investigación personal.

Alessandro Arcangeli

Delibes observó la Guerra Civil desde la perspectiva de un chico que cumplió quince años cuando se inició la contienda, librándose por muy poco de ser llamado a filas. Su labor como hombre de letras albergaba la esperanza de conseguir cierto cambio de mentalidad en la sociedad, aun siendo consciente de que la literatura a duras penas podrá cambiar el mundo. "Me horrorizaría contribuir con mis libros a exacerbar los odios", declaraba en relación a la responsabilidad del escritor, este autor capital del siglo XX español que siempre fijó su mirada en personajes humildes y desvalidos.