Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El regalo envenenado de Telecinco a Ana Rosa Quintana

Ana Rosa Quintana.
Ana Rosa Quintana.
MEDIASET
Ana Rosa Quintana.

Algo se tambalea en Telecinco. Y no precisamente porque un longevo programa se acabe para siempre. Erraron quienes pensaron que anunciando la cancelación de Sálvame como "el fin de la telebasura" se iban a descomponer de golpe los prejuicios sobre el canal, que ha liderado en audiencias durante más de una década. Al contrario, con esa rimbombante y justiciera proclama de "el fin de la telebasura", se convertía a Sálvame en mártir. Ya no había marcha atrás. Sálvame va a fundido a negro, pero nace el mito.

Torpe terminología, desconectada de la calle. De hecho, los personajes de las tardes de Telecinco han calado socialmente porque representan la imperfección de la convivencia de patio de vecinos español. Con su picaresca, con sus dramas, con sus ilusiones instantáneas, con su confusión eterna. Es fácil identificarse con ese descansillo de la sociedad. Pero, claro, las altas esferas no suelen vivir en masivos bloques de ladrillo cara-vista. Ni siquiera sabrán muy bien cómo son los barrios de España que resuenan tanto a Sálvame, donde a veces una misma pared puede separar las casas de los ricos y de los pobres.

Desde algún lugar, quizá gourmet, tal vez alguien pensó que se iba a despertar un aplauso social por colocar al estatus y elegancia de Ana Rosa Quintana en la tarde de Telecinco.

En cambio, de repente, se ha recolocado a Ana Rosa Quintana en el epicentro del desgaste público. Su imagen matinal está asumida en el acomodado imaginario colectivo, pero su salto a la tarde denota una pérdida de pluralidad de contenidos televisivos, dentro y fuera de Mediaset. A priori, puede parecer que trasladar el magarcine de mañana a la tarde es duplicar el éxito, ya que las mañanas cuando ella no está al frente aguantan el tipo en audiencias. Pero la primera hora es la combativa rapidez informativa, la resaca de la sobremesa es la complicidad de tú a tú. Ana Rosa tiene que volver al género de Sabor a ti, aunque ese tipo de espacio ya no funciona. Necesita encontrar nuevos temas, enfoques y rostros para un horario que no cuenta con la inercia consolidada que atesora la matiné desde los tiempos creativos y plurales de María Teresa Campos, que introdujo la tertulia política con llamadas de los espectadores incluidas.

Encima va Pedro Sánchez y adelanta las elecciones. La saturación política del espectador fomenta que busque un tono amable en las tardes. Después de la hora de la siesta ya se ha visto y revisto todas las noticias del día. Ahí está el handicap de Ana Rosa Quintana y sus colaboradores, que siempre van de punta en blanco. Da la sensación que no quieren parecer de los barrios, quieren estar en sus alfombras rojas de perfecciones, élite y clase.

El equipo de AR deberá dar una vuelta imaginativa, como ya se hizo cuando se instaló en las mañanas de Telecinco hace ya casi dos décadas. O lo tendrán muy difícil para luchar contra el recuerdo de tantas caras reconocibles y queridas de Sálvame, que sabían que no eran los mejores, hasta se sentían malos. Pero, al final, hacían el esfuerzo por arremangarse e intentar comprenderse. Sin superioridades mentales, con emociones compartidas.

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