Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Elecciones sin sorpresas

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en sus respectivos colegios electorales.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en sus respectivos colegios electorales.
20minutos
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en sus respectivos colegios electorales.

Estaba cantado, las encuestas —el CIS de Tezanos excluido— han recogido con unanimidad y precisión el sentir de la opinión pública y el recuento de votos de las elecciones celebradas el domingo han confirmado un descalabro del PSOE de los que hacen historia política. Solamente en los municipios de las comunidades autónomas donde estaban convocados los comicios – Andalucía, Cataluña. Galicia y Euskadi tienen fechas propias y distintas – el Partido Popular superó en más de setecientos mil votos a su eterno adversario. Ha sido un verdadero descalabro para el partido que Gobierno y para mayor desastre su coalición con Unidas Podemos —un partido que casi desapareció del mapa— quedó reducido a la mínima expresión y sin representantes para complementar algunas posibilidades de sumarse para recuperarse a corto plazo.

La pérdida de votos en todo el territorio nacional del PSOE se agrava con la pérdida de comunidades clave, como la valenciana y aragonesa, además de las de La Rioja, Baleares, Cantabria y Extremadura, así como ciudades tan importantes como Sevilla, Zaragoza, Valladolid o Valencia, además de siete de las ocho provincias andaluzas, durante décadas la comunidad más fiel al socialismo. Entre las ciudades importantes que siguen manteniendo alcalde propio es Vigo, donde Abel Caballero continúa sumando récords a que sus tradicionales mayorías absolutas y el gobierno comunitario en Asturias, Navarra y Castilla-la Mancha.

Todos estos resultados se prestan a análisis propios, pero hay uno que despierta coincidencias. La derrota en su casi globalidad es la consecuencia, augurada con mucha antelación, de la política del presidente Pedro Sánchez que, además de no lograr ganarse la empatía personal de la gente, gobernó de forma continuada actuando más en la consolidación de su permanencia en el cargo que en tener en cuenta las ideas y críticas coincidentes con la voluntad de muchos seguidores. El hecho de que el presidente que mejor resistió las dificultades para la reelección fue justamente el que más se enfrentó y criticó sus actuaciones, el castellano-manchego, Emiliano García Page.

La política de confraternización con el independentismo catalán, la concesión de indultos de forma apresurada y especialmente la relación con Bildu, el partido que hasta osó retar al recuerdo y el dolor del millar de víctimas, familiares y amigos incluyendo en las papeletas de voto a varios de los asesinos de la todavía no olvidada banda de ETA. Esta última iniciativa de Bildu, en las vísperas electorales, ha sido un golpe definitivo para explicar una derrota tan pronosticada. También habrá que añadir el fracaso de la coalición con un partido de imberbes políticos ante cuyos ministros el presidente ha dado reiterados ejemplos de incapacidad imponiendo respeto y coherencia ante unos compromisos a veces incumplidos rompiendo cuando realmente podría haber tomado medidas para el comienzo de una nueva etapa con otras perspectivas.

Ayer, los votantes que a pesar de todo mantuvieron la tradición centenaria de votar al Partido Socialista —muchos fieles y no menos con serias dudas ante las discrepancias acumuladas— sentenciaron en buena medida el futuro político de Sánchez de muy difícil recuperación a corto plazo y más después del éxito de rival Núñez Feijoo que capitalizó su derrota de manera clara y responsable. Faltan pocos meses para las elecciones generales, que incluirá a todos los españoles. Sánchez tiene por delante la presidencia de española de la Unión Europea. Pero a pesar de los éxitos que esta circunstancia tan oportuna le proporcione necesitara mucha suerte para recuperar la confianza perdida a pesar que también hay que reconocerle ofrece algunos éxitos poco valorados por su gestión de estos años. No hay que olvidar algunos concretos.

Fracaso de la coalición con un partido de imberbes políticos ante cuyos ministros el presidente ha dado reiterados ejemplos de incapacidad

Para empezar heredó una situación económica difícil y en medio, afrontar los problemas dramáticos de una pandemia ante la cual poco más podía hacer de lo que lo que hizo su Gobierno. Mientras tanto, su criticada política sobre el independentismo en Cataluña no consiguió erradicarlo, por supuesto, pero si frenar su exaltación y violencia que contribuyó a conseguir estabilizar a la sociedad catalana en una etapa de mejor convivencia y el retorno a la normalidad que se había roto. También hay que destacar aciertos en las relaciones internacionales y particularmente comunitarias. En Bruselas ganó el prestigio que en España ayer se le cuestionó: los votantes éramos españoles, claro.

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