¿Es España un país racista? Más allá del fútbol, la discriminación resiste todavía en ámbitos como la vivienda o el ocio

Manifestantes de movimientos sociales protestan en contra de los ataques racistas sufridos por el jugador brasileño del Real Madrid Vinicius Jr, frente al Consulado General de España en Sao Paulo (Brasil).
Manifestantes de movimientos sociales protestan en contra de los ataques racistas sufridos por el jugador brasileño del Real Madrid Vinicius Jr, frente al Consulado General de España en Sao Paulo (Brasil).
EFE/ Isaac Fontana
Manifestantes de movimientos sociales protestan en contra de los ataques racistas sufridos por el jugador brasileño del Real Madrid Vinicius Jr, frente al Consulado General de España en Sao Paulo (Brasil).

"Vinicius eres un mono". Cuatro palabras gritadas con odio y rabia a pleno pulmón en el campo de fútbol del Valencia han revolucionado el debate público en la última semana. No era ni la primera ni la segunda vez que el futbolista de 22 años era víctima de insultos racistas durante un partido, como tampoco es excepcional escuchar en la bancada de los hinchas cánticos racistas, machistas u homófobos. Lo que sí es insólito es la repercusión social, política y mediática que han tenido los hechos, recriminados incluso al otro lado del charco en la tierra natal del jugador brasileño. Aquí, el asunto ha impregnado todas las esferas, para desenterrar una pregunta incómoda: ¿Es España un país racista?

El racismo no es, ni mucho menos, un asunto que quite el sueño a los españoles. Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), apenas el 0,3% de la población cree que el racismo sea uno de los tres principales problemas del país. La inmigración es vista, sin embargo, como uno de los 20 primeros problemas, justo por debajo de la guerra en Ucrania, y una investigación del Observatorio contra el Racismo revela que una sexta parte de los encuestados manifiesta antipatía generalizada hacia los inmigrantes. 

¿Crees que España es un país racista?

Los datos y las encuestas, en general, no perfilan una sociedad española eminentemente racista, aunque sí reflejan que todavía hay ámbitos concretos en los que persisten los prejuicios, estereotipos y, en definitiva, la discriminación. "España está por debajo de la media de los países de la Unión Europea (UE), en lo que sería una opinión o actitud de la ciudadanía hacia el racismo. Pero si hiciéramos una introspección, veríamos que hay niveles donde aumenta o disminuye, por lo que depende de dónde se ponga el foco", sostiene a 20minutos Mikel Mazkiaran, de SOS Racismo. 

El principal delito de odio en España

Según el Ministerio del Interior, el racismo y la xenofobia son el principal motor de los delitos de odio registrados en España. Más de uno de cada tres delitos de odio cometidos en 2021 se cometieron por esta razón, que es diez puntos más frecuente que la orientación sexual (25,8% de los delitos de odio). Sin embargo, el nivel de infradenuncia es altísimo: en torno a nueve de cada diez casos no se denuncian, principalmente porque las víctimas piensan que la policía no lo tomará en serio (38%) o por desconfianza (24,6%). 

También en las redes sociales persisten ciertos mensajes discriminatorios. El Observatorio Español contra el Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) monitoriza este tipo de contenidos cada dos meses en cinco redes sociales (Twitter, Facebook, YouTube, Instagram y TikTok). Solo en enero y febrero de 2023, las plataformas tuvieron que retirar el 38% de los contenidos notificados, con un especial predominio de la xenofobia hacia las personas originarias del norte de África (43%). Todo ello, pese a que Twitter, por ejemplo, solo retiró el 9% del contenido de discurso de odio racista y xenófobo comunicado. 

Además, el balance refleja cierta vinculación de estas actitudes con el deporte, pues el 14% de los discursos de odio hacia personas afrodescendientes o inmigrantes en general estaban relacionadas con eventos deportivos.  "La rivalidad a veces trasvasa unos límites irracionales. Parece que traspasar hacia el discurso del odio es casi natural, además de que no suele estar muy castigado en ese entorno. Lo hemos visto incluso en casos de fútbol de barrio", argumenta Beatriz Martín Padura, directora general de la Fundación FAD Juventud.

Para Esther Peña, especialista en temas de igualdad de trato y no discriminación de Accem, el caso de Vinicius ha puesto a la sociedad española frente a un espejo. "Pero un espejo repetitivo. Detrás hay un gran club, que lo ha sacado a la luz, pero hay que sancionar estas conductas y no rasgarnos las vestiduras. Está muy bien este foco mediático porque esto visibiliza este tipo de conductas intolerables, pero a nivel cotidiano también se están dando delitos de odio a personas mucho más vulnerables que no tienen ese apoyo", subraya a 20minutos.

La "odisea" de convertirse en inquilino

Delitos en ámbitos como la vivienda o el ocio, donde la discriminación se ha disparado en los últimos años. El último informe del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE) alerta de un cambio de tendencia en menos de una década: aumenta la discriminación en el ámbito de la vivienda, el de la educación, espacios públicos y el sanitario; mientras disminuye en el ámbito laboral y el de trato policial. Concretamente, según datos de 2020, la discriminación por origen étnico en el acceso a la vivienda se duplicó desde 2013 (del 16% de los casos al 31%), y la producida en establecimientos o espacios abiertos al público representó también un 30% del total. 

"Es una odisea para las personas extranjeras poder acceder al alquiler. Se les exige condiciones mucho más duras y claramente discriminatorias que se ven también en situaciones de ocio o de cultura, donde impiden la entrada a personas extranjeras con cualquier escusa", asevera Peña. Así lo demuestra también otro estudio de la asociación Provivienda, que concluye que siete de cada diez inmobiliarias aceptan formas explícitas de discriminación. De las tres restantes, una "amplia mayoría" acepta "otras formas más sutiles", como solicitar más garantías a las personas de otros países. 

La base del iceberg

Asumiendo lo avanzado, Beatriz Martín Padura asegura que todavía "queda bastante camino por recorrer". Un camino que pasa también por la educación y la sensibilización de los más pequeños, que forjan su personalidad en los primeros años de su vida a través de lo que ven y escuchan en sus casas y en el colegio. 

"Los últimos datos dicen que un 75% de los jóvenes 15-29 no se considera racista. Pero, cuando preguntamos, por ejemplo, si los migrantes tienen responsabilidad y culpa de su falta de inclusión, un 40% dice que sí", detalla Martín. Lo mismo ocurre cuando se les pregunta si les gustaría tener a un vecino de otra etnia, o a alguien extranjero ocupando un puesto de responsabilidad, ya sea en el colegio, como alcalde o de policía: entre un 25 y un 30% preferiría que no. 

"No vamos a cambiar nuestros prejuicios sin un trabajo personal, de asumir que la otra persona tiene los mismos derechos"

Lo que ocurre, subraya Martín, es que la diversidad es algo que se trabaja muy poco en las escuelas. "Hablar de la diversidad, de la inclusión, es muy importante, tanto en casa como en las aulas... y esa es la base del iceberg. Si tú no trabajas esta parte importante, piensas que son inferiores peligrosos, y una serie de cosas que se ha sido narrando de una manera intensa desde muy desde joven en los entornos más cercanos", explica. 

La representación juega también aquí un papel crucial. La falta de referentes o de ejemplos a seguir en ámbitos como la política o la cultura, enfrían la empatía. Esto, afirma la directora de FAD, es crucial por dos aspectos: en primer lugar, porque sitúan a las personas racializadas o extranjeras ocupando otras posiciones de las que normalmente se les atribuye por los estigmas; luego, porque al añadir representación, se reequilibra ese poder que hasta entonces estaba decantado hacia un sector muy concreto. 

"Hay una labor mutua por parte de las instituciones, que tienen que implementar medios sensibilizar y controlar las discriminaciones, como el caso de las inmobiliarias. A nivel interno de la ciudadanía, tenemos que empezar por el reconocimiento del otro. Es decir, no vamos a cambiar nuestra actitud o nuestros prejuicios sin un trabajo personal, de cada uno, de asumir que la otra persona tiene los mismos derechos. Y cuando haya ese reconocimiento, empezaremos a cambiar", concluye Mazkiaran.

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