La información no procesada va a los agujeros negros

Un agujero negro supermasivo lanzando chorros mientras consume una estrella cercana.
Un agujero negro supermasivo lanzando chorros mientras consume una estrella cercana.
Zwicky Transient Facility
Un agujero negro supermasivo lanzando chorros mientras consume una estrella cercana.

La información no escuchada, no consumida, no procesada va a los agujeros negros. Después de dar muchas vueltas por el universo, después de transformarse mil millones de veces en energía, fotones, neutrinos, toda clase de partículas que son ondas (y las ondas son aire y van al mar, como quiso Bécquer, los poetas siempre aciertan a la larga), después de transformarse mil millones de veces, la información no atendida, no escuchada, no vista, no procesada va a un agujero negro.

Y por eso son tan gordos y tan misteriosos. O quizá esa información nutre la famosa materia oscura, y la energía oscura, entidades aún más misteriosas que forman la mayor parte del universo, seguramente va a todas partes, a todos los agujeros negros, que se comunican entre sí o están conectados o son lo mismo inconcebible… en la zona donde la ciencia se confunde con la imaginación. Y sin embargo los hemos concebido, Hawking y otros genios, y al final, hasta los hemos visto. Tras un colosal esfuerzo para combinar observaciones de varios telescopios hicieron la foto: ese aro luminoso, quizá un anillo que presagia algo bueno, es lo que hay alrededor de un agujero negro. La luz alrededor.

Después de dar muchas vueltas, la info no procesada, a la que nadie ha hecho caso jamás, acaba por ser engullida en un agujero negro, que es sólo una forma de hablar: la ciencia ha de buscar palabras para explicar lo inexplicable, lo inexpresable, las matemáticas profundas, letras y símbolos y números. El ser humano, en su escala intermedia entre lo muy grande y lo muy pequeño, encuentra fórmulas para dar sentido a esos mundos y crea artilugios para navegar por ellos, naves y sondas espaciales (algunas llevan cuarenta años de viaje enviando imágenes); microscopios y aceleradores para hurgar dentro de los átomos: de momento hay 17 partículas-ondas elementales, incluyendo el bosón de Higgs, predicho en 1964 y hallado en el CERN en 2012.

La ciencia ha de buscar palabras, como los fabricantes de coches han de buscar nombres atractivos para sus modelos y para los tipos de modelos, nombres genéricos apetitosos como, en tiempos, monovolumen, o pickup o ranchera, SUV, crossover... Y por eso la ciencia, que consume tantas palabras, recurre a la literatura, como cuando adoptó la palabra 'quark' para algo, una partícula-onda que antes no existía, o solo era una ensoñación, una fórmula platónica, que solo estaba en el mundo de las ideas. Las matemáticas existían antes que la humanidad, y eso permite que el mundo y la carne puedan ser, entre otras cosas, meros signos abstractos, números y letras. Como las cuatro del ADN que nos lleva en espiral: GATC, que tal vez quiere decir "gatico" en la intimidad, el gatico de Schrödinger.

Tal como se enseña en las escuelas, la palabra 'quark' la obtuvo el físico Murray Gell-Mann del rarísimo libro Finnegans Wake, de James Joyce. El libro tiene 17 capítulos (igual que las partículas elementales por ahora). Tal vez la IA pueda desvelar algunos enigmas del Finnegans y así la ciencia devolvería el préstamo de la palabra 'quark'. Aunque solo fuera por esa palabra-partícula-onda ya hubiera valido la pena los 23 años que Joyce dedicó a escribir su tratado, novela o lo que sea (que tampoco se ha llegado a decidir). Joyce dijo que ese libro daría trabajo a los críticos por doscientos años. Y así está siendo. Podría ocurrir que los críticos fueran físicos ay/o matemáticos.

La información, materia o energía, si no ha sido procesada y no ha producido ningún efecto, acaba en un agujero negro y nadie sabe qué pasa ahí dentro. Los agujeros negros, de los que ahora tenemos una imagen por defecto (lo que hay alrededor), son una creación o descubrimiento de la humanidad. Si no los viéramos o dedujéramos, tal vez no existirían. Nos necesitan igual que nosotros los necesitamos a ellos, igual que este texto le necesita a usted para existir. Ahora sostiene la ciencia que algo sale de los agujeros, un chorro de energía que queda muy bien en las ilustraciones. Pronto habrá potencia computacional para entender algo de este embrollo. ¿Quién nos asegura que esas 17 partículas-ondas elementales no tienen componentes aún más elementales en su interior o exterior? ¿Dónde está el límite de la nada? Quizá en el borde del universo infinito.

Si se probara esta delirante hipótesis poética de que la info no procesada alimenta los agujeros negros, el paso siguiente sería que el chorro de energía que emiten es el que crea el universo, lo cual sería un buen ejemplo de los mitos de economía circular: reciclado continuo y movimiento perpetuo.

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