OPINIÓN

Llamadme Loretta

Loretta, en La vida de Brian
Loretta, en 'La vida de Brian'
HandMade Films
Loretta, en La vida de Brian

El defecto nacional español ha sido, durante siglos, la envidia: dejábamos la hipocresía para los británicos, pero en los últimos tiempos parece que incluso por eso sintamos envidia y afirmamos sin rubor que España no es un país racista, sino que tiene un problema con el racismo y que en realidad la actitud de un joven motiva los insultos y gestos denigrantes, y no su piel, casualmente, negra. Y llevamos varios días escuchando esas afirmaciones proferidas con total seriedad por parte de hombres blancos con su propia carpeta de intereses futbolísticos y políticos con tanta convicción como si hubieran nacido en Bristol.

No obstante, por bochornosa que sea la faz de nuestros hipócritas patrios, aún tienen mucho que aprender de los maestros británicos, de ese John Cleese que en algún momento se apartó de la transgresión y de los Monty Python para convertirse en lo peor en lo que la sátira puede degenerar: en una caricatura. Pese a la explícita oposición de su compañero y coautor Eric Idle, Cleese ha limado en la adaptación teatral de La vida de Brian las escenas más crudas con la religión, ha eliminado canciones, y se ha llevado por delante a la sin par Loretta y la crucifixión final. Todo ello encaja con la ideología de Cleese que, como autor, tiene la potestad de edulcorar o acidificar la obra casi a su total antojo (no olvidemos que Idle ha protestado). Pero, ah, he aquí la depurada, la profesional hipocresía: culpa al colectivo trans, según él ofendido por la inclusión de Loretta, de la censura de la misma. 

John Cleese culpa al colectivo trans, según él ofendido por la inclusión de Loretta, de la censura de la misma

Loretta fue durante décadas (la película se estrenó en 1979) uno de los pocos personajes trans incluidos y tratados con respeto en una ficción, uno de los más queridos por el colectivo, un guiño de modernidad entre los muchos de esa obra única. No soy yo, dice Cleese, conocido tránsfobo, es el perverso momento woke. Y así, amigos, mienten los profesionales.

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