Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Jesulín de Ubrique, el torero que se adelantó a la fama del 'meme'

Jesulín de Ubrique con Bertín Osborne en Telecinco
Jesulín de Ubrique con Bertín Osborne en Telecinco
Mediaset
Jesulín de Ubrique con Bertín Osborne en Telecinco

El canto de los pajaritos, omnipresente. Suena de fondo durante toda la entrevista de Bertín Osborne a Jesulín de Ubrique en la finca del cantante, que vuelve a abrir a Telecinco para hacer honor al nombre del programa, Mi casa es la tuya.  El sonido de los pájaros ayuda a la percepción de que el interrogatorio se transforme en una charla tranquila entre amigos que se respetan. El pío pío es parte de la liturgia de una banda sonora tan medida como la imagen. Es la baza de este docushow, ya veterano, que ha creado escuela en el prime time. 

La modernidad estética que envuelve a Bertín Osborne y Jesulín de Ubrique atrapa el interés del espectador. Una experiencia audiovisual relajada, que pasa de insistir en la caza del titular. Ni siquiera lo más relevante de la entrevista es aquello que siempre se repite del extorero y que se presupone alimentará las corralas del corazón.

De esta forma, Mi casa es la tuya se sale (algo) de terrenos manidos e incluso consigue enfrentar al Jesulín de hoy con el Jesulín de ayer. Él mismo reflexiona a Bertín sobre su osadía de lanzarse a cantar sin saber cantar. Y farda de que consiguió un hit que aún se recuerda hoy. Toa, toa, toa. Otras canciones se olvidan rápido, en cambio la suya se la siguen tarareando. Su hit estaba definiendo una década hortera-noventera en la que algunos confundieron ostentación con modernidad. 

Entonces, también recuerda Jesulín a Bertín, hasta decidió torear con un traje amarillo, plátano. De nuevo, el exceso hecho vanguardia en 1994. Y, en este caso, probablemente lo era, pues removía las supersticiones conspiranoicas de la tauromaquia. 

Enfundando en su traje de amarillo y plata o cantando su "toda, toda, toda, te necesito toda, como antes", Jesulín de Ubrique se salió, a su manera, del guion de la cuadratura de los ruedos. Ahora mira atrás y sonríe al pensar que muchos de los espectadores son capaces de cantar todavía en la actualidad aquel estribillo de su disco. Pide a Bertín que haga una versión, mientras presume de no usar correo electrónico, menos aún redes sociales. Poca falta le hace, pues su triunfo social está en que fue una adelantado a la fama del meme cuando no sabíamos ni qué significa eso. Creó iconografía y lenguaje propio con sus aparentes dislates. Creó memes. Cada extravagancia, una carcajada colectiva. Cada capricho, una distracción compartida por un país que se creía moderno, pero sólo lo aparentaba. 

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