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Claudia Tecglen Psicóloga, emprendedora social y conferenciante
OPINIÓN

Carta a una madre de una persona con discapacidad. ¡Gracias por no sobreprotegerme!

Una madre junto a su hijo con discapacidad.
Una madre junto a su hijo con discapacidad.
Maskot/GETTY
Una madre junto a su hijo con discapacidad.

"Querida mamá, por el día de la madre no se me ocurre otra forma de homenajearte que agradecerte todo lo que has hecho por mí, creíste en mí cuando nadie más lo hacía, siempre estuviste ahí y jamás permitiste que usase mi discapacidad como una excusa para no hacer aquello que sí podía. La verdad es que creo que te costaba más a ti no ayudarme que a mí hacerlo. Gracias por respetar mis decisiones, por reconocer el derecho que tengo de equivocarme y por permitirme vivir la vida a mi manera. Te quiero mamá, aunque discutamos mucho. Los amores reñidos son los más queridos".

Este fragmento de carta podría ser de cualquier persona con discapacidad cuya madre, no sin sacrificio, eligió un estilo de crianza de crianza democrática.  

¿Qué son los estilos de crianza? Son las formas que los padres y madres eligen para criar a sus hijos e hijas. Éstos cobran especial importancia cuando se convive con una discapacidad. Tradicionalmente en Psicología se distinguen cuatro estilos: autoritario, indiferente, democrático y sobreprotector.

Cabe destacar que nadie tiene un estilo 100% si no que se combinan varios estilos en distintos porcentajes. Aquí, vamos a detenernos en el más beneficioso: el estilo democrático. ¿Cuáles son sus características?

Los padres que usan este tipo de comunicación son padres que dan mucho afecto y mantienen una comunicación asertiva con una exigencia de normas adecuadas a la edad. Pocas normas, pero suficientes, claras y pertinentes, que han sido razonadas previamente y resultan fáciles de cumplir. Los límites están claros y se mantienen con consistencia.

En la comunicación usan “mensajes yo” en los que expresan claramente sus deseos, opiniones y sentimientos Dejan expresarse a sus hijos, sin criticarlos ni juzgarlos, permitiéndoles toda la libertad para manifestar lo que sienten. Las consecuencias y los castigos son próximos a la infracción y proporcionados a ésta. De antemano son conocidas las consecuencias cuando no se respetan y se administran sin rencor.

Este estilo estimula la autonomía y fomenta la responsabilidad de los niños sobre sus actos y la confianza en sí mismos. Ante los fracasos o errores de sus hijos los padres les critican positivamente, ayudándoles a encontrar la estrategia para que no lo vuelvan a cometer. Enseñan a vivir los fracasos como una oportunidad de aprendizaje. Estimulan a tomar iniciativas y a dar sus opiniones

La culpabilidad y el intento de recompensar al niño o niña con discapacidad es muy común 

¿Por qué es tan difícil aplicar este estilo de crianza cuando se convive con discapacidad? La culpabilidad y el intento de recompensar al niño o niña con discapacidad es muy común en muchos padres. Consideran que la vida ha sido injusta e intentan “equilibrar la balanza”. Un deseo abocado al fracaso, porque nada puede mitigar las vivencias que nos toca en la vida, en este caso la discapacidad.

¿Por qué es tan importante practicar el estilo democrático? Como hemos dicho antes, porque fomenta la autonomía, la autoestima, la seguridad en uno mismo, se ponen límites y se logra restar protagonismo a la discapacidad.

Como psicóloga algunas estrategias útiles que siempre recomiendo a mis clientes para que la crianza les sea más beneficiosa a ellos y a sus hijos son: buscar el consenso y el pacto dentro de unos límites razonables; cumplir lo pactado y, además de generar confianza, enseñar con el ejemplo; practicar la técnica del vaciado, es decir, permitir que se expliquen hasta que se queden “vacíos” de razones; emplear frases útiles: “Explícame qué ha pasado, qué te llevo a hacerlo y si hay alguna razón más”; y perder el miedo a reconocer ante ellos nuestros propios errores.

La puesta correcta de límites es algo sumamente necesario para que los niños aprendan a manejar su frustración, a superar su egocentrismo, a ser asertivos y a controlar sus impulsos, entre otras cuestiones.

Antes de acabar este artículo quiero felicitar a todas las madres luchadoras que saben que sus hijos son más grandes que su discapacidad y aplaudirlas. Si me permitís, también a la mía, Carmen García. ¡Gracias mamá, te quiero!

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