Javier Yanes Periodista, escritor, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular
OPINIÓN

Hay un vínculo entre 'conspiranoia' y trastornos mentales, y no puede seguir ignorándose

  • Los estudios muestran que la ideología tiene peso, pero que el trastorno mental es un problema encubierto.
  • Aunque hoy se habla más de salud mental, aún hay reparos de relacionarla con estos casos.
Estelas de condensación.
Estelas de condensación.
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Estelas de condensación.

Esta semana un usuario de Twitter mostraba orgulloso lo que, según decía, era una denuncia presentada ante la Guardia Civil. El motivo de la denuncia: los famosos chemtrails, la creencia delirante de que las estelas de condensación de los aviones no son tales, sino restos de fumigaciones aéreas destinadas a objetivos de lo más variopinto, según las versiones; que llueva, que no llueva, alterar el clima, envenenar a la población, controlarla mentalmente… Un informativo de TVE contaba que estas denuncias se han multiplicado. Pero dado que la noticia no aportaba un solo dato concreto al respecto, dejaba la sensación de que más bien era una no-noticia fabricada a golpe de Twitter.

He utilizado la palabra “delirante” a propósito. Decimos que son delirios, pero ¿realmente lo son? Un estudio neerlandés de 2021 comparaba el pensamiento conspirativo con los delirios paranoides, llegando a la conclusión de que “el pensamiento conspirativo extremo parece ajustarse a las actuales definiciones psiquiátricas de los delirios paranoides, pero también hay diferencias importantes”.

Esto, que a primera vista podría parecer una cuestión técnica sin relevancia para nadie fuera de ese campo profesional, en realidad es un ejemplo de algo que tiene implicaciones mucho más profundas. Algo que casi todos hacemos a diario, en el mundo real, en Twitter, incluso en los medios, es calificar a las personas conspiranoicas del modo que a cada uno nos parece oportuno en cada momento. Se habla de que están todos chalados. Se habla de miedo, incultura e ignorancia. Pero también se dice que son sus ideas, o sus manías; estas personas tienden con mayor frecuencia a una postura ultraconservadora, antiglobalista y antisocial en la que estas ideas encajan perfectamente, y por lo tanto hay quienes reducen el problema a uno de ideologías políticas, como quien prefiere menos Estado y menos impuestos o lo contrario.

Y todo esto, mal que pese, finalmente acaba siendo lo que critican precisamente quienes descalifican a los conspiranoicos: un diagnóstico a la ligera, tan desinformado como gratuito. En lenguaje popular, cuñadismo. O con una palabra infinitamente más pedante, ultracrepidarianismo (término que expresa la actitud de quien ignora el clásico “zapatero, a tus zapatos”).

La ciencia de la 'conspiranoia'

Resulta que hay por ahí infinidad de psicólogos, psiquiatras y científicos sociales que llevan años profundizando en el pensamiento conspiranoico, estudiándolo, analizándolo y diseccionándolo con el propósito de comprender cómo funciona. Para que luego vengamos quienes no somos profesionales de este campo a opinar alegremente sobre cuál es el diagnóstico del problema. Ciñámonos a lo que dice la ciencia, también en esto, si no queremos caer en el mismo error de quienes criticamos.

Y lo que dicen cada vez más estudios y más de estos profesionales es algo de lo que quizá debería hablarse más. Parafraseando el título de un artículo publicado en Mashable que recogía esta ciencia creciente, “no podemos ignorar el papel que la salud mental desempeña en la creencia en teorías de la conspiración”.

Cada vez vamos desterrando más la idea de que quienes buscan o necesitan psicoterapia están "locos de atar"

Últimamente la salud mental ha escalado a lugares destacados en el discurso público, incluso en la política. Deberán ser los profesionales mencionados quienes decidan si esto realmente se está traduciendo en acciones y resultados concretos o si es pura palabrería. Pero la sensación general es que cada vez vamos desterrando más la idea de que quienes necesitan o buscan psicoterapia están “locos de atar”, y se habla con mayor apertura de trastornos mentales, de ansiedad, depresión, delirios, estrés postraumático, etcétera.

Y sin embargo, parece que vincular los trastornos mentales a las creencias conspiranoicas continúa siendo un tabú en los medios y en la calle. Sí, en la barra del bar o en el anonimato de Twitter se dice a la ligera que están todos chalados, pero como sabemos, decir que “todo es” es equivalente a decir que “nada es”. Probablemente no todas las personas conspiranoicas sufran algún trastorno mental, pero sí muchas de ellas. Ya conté aquí un estudio que descubría una significativa mayor proporción de trastornos e historiales de trauma en el grupo de población antivacunas, aunque es probable que estas personas no vayan a admitir fácilmente ni a reconocer públicamente este problema.

Los trastornos pesan más que la ideología

En un nuevo estudio publicado en PLOS One, investigadores noruegos y británicos han testado a un grupo de casi 400 voluntarios para desvelar sus rasgos psicológicos y de personalidad en relación con sus creencias en teorías de la conspiración. Los autores han observado que el pensamiento conspiranoico se relaciona con una menor inteligencia, un menor nivel de estudios —la muestra era fundamentalmente clase media con estudios—, una postura política más conservadora y un mayor factor de conciencia (uno de los cinco grandes rasgos de personalidad que implica ser más meticuloso o escrupuloso). Todo ello ya ha aparecido en estudios anteriores.

Pero la conclusión principal del estudio es que hay una mayor relación con trastornos de personalidad que con factores ideológicos. “Las creencias en teorías conspirativas se relacionan con la ideología o los niveles generales de conocimiento en términos de correlaciones superficiales, pero estas relaciones tienden a difuminarse cuando se comparan con rasgos que miden trastornos de personalidad”, escriben los investigadores.

La ideología puede encauzar hacia las teorías 'conspiranoicas', y los trastornos lo exacerban

Los autores aclaran que “estos efectos no deberían tomarse como indicador de que todas las personas que creen en teorías conspirativas también muestran un trastorno de personalidad”. Explican que otros factores, como el nivel de conocimientos o las posturas ideológicas, pueden encauzar a muchas personas hacia el pensamiento conspiranoico, pero que “una adhesión total a estas teorías puede apoyarse en los trastornos de personalidad o verse exacerbado por tendencias subyacentes hacia ellos”. Los investigadores mencionan también que su estudio amplía y confirma otros previos, ya que no es el primero que relaciona estas creencias con trastornos mentales.

En resumen, no, no están “todos locos”. Pero tampoco “son sus ideas”, o “sus manías”. Existe un vínculo entre la conspiranoia y los trastornos mentales, y solo los profesionales pueden valorarlo en cada caso concreto. En lo que concierne a los que no somos profesionales, deberíamos abstenernos de emitir juicios a la ligera sin conocer qué dice la ciencia al respecto, pero también deberían eliminarse los reparos a la hora de explicar claramente que existe un vínculo contrastado entre conspiranoia y trastorno mental en un número significativo de casos, y que este es un problema que no debería seguir ignorándose. 

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