Finalmente, el secreto a voces ya es oficial: el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, de 80 años, se presentará a la reelección en las elecciones que se celebrarán en noviembre de 2024, cuando tendrá, casi, 82 años. Y, de ser reelegido, terminaría mandato con 86 años cumplidos. Ustedes mismos.

La edad de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos es una cuestión que ha generado controversia en las últimas décadas.

Algunos argumentan que la edad no debería ser un factor determinante en la elección del comandante en jefe. Y sugieren que la atención se centre en la capacidad del candidato para liderar el país y abordar los desafíos que haya.

Otros, en cambio, creen que la edad sí importa en la elección de un presidente.

No hace falta leer demasiados libros ni ser un prodigio de la medicina ni de nada para saber que, a medida que las personas envejecen, en su gran mayoría, experimentan disminuciones cognitivas y físicas que pueden afectar a la capacidad de liderar. Esto es así de la misma manera que estas líneas se publican en 20minutos.es.

Y, ahora, podemos estar hablando de poesía o del sexo de los ángeles todo el día, pero el sentido común debería ser suficiente para desaconsejar que según qué responsabilidades se sigan ejerciendo con más de 80 años y, si el trabajo en cuestión es el más complicado y estresante del mundo mundial, pues ya está todo dicho.

Biden debería entender o le deberían hacer entender que la mayoría de las personas con más de 80 años experimentan limitaciones en su capacidad para realizar actividades físicas y cognitivas complejas. ¿Ser presidente de la primera potencia mundial no supone realizar actividades cognitivas complejas?

Es verdad que lo más importante es elegir a un presidente capaz y comprometido que pueda liderar el país de manera competente y eficaz, pero por mucho que se quiera ignorar, la edad sí importa.