Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Hagan una ley para que llueva

Un decreto ley para la lluvia sería mano de santo.
Un decreto ley para la lluvia sería mano de santo.
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Un decreto ley para la lluvia sería mano de santo.

Hagan una ley para que llueva. Quizá funcione. Un decreto ley para dominarlos a todos. Uno más no sería demasiado pedir. “En caso de extraordinaria y urgente necesidad” dice el artículo 86 de la Constitución. Hay precedentes y ya van unos cuantos. Hace menos de un mes y, tras tragarse un sapo en el decreto de medidas para garantizar la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en el empleo, el Tribunal Constitucional criticó el abuso que el Gobierno viene realizando de esta figura legislativa, pero solo fue una crítica y la sequía va en serio.

Hemos luchado contra el paro con la mayor oferta de empleo público de la historia. La inflación la hemos combatido de muchos modos, casi todos pasando la patata caliente a otros y ahora vamos a solucionar el problema de la vivienda con una ley que regula el precio del alquiler, algo que ha salido mal muchas veces en diferentes zonas del mundo y que es fácilmente comprobable. El resultado es siempre el mismo: escasez de oferta.

¿Por qué no hacer un decreto ley de obligatoriedad de lluvia en el conjunto del territorio? Algo que suene rimbombante

Se pretende que el alquiler sea una herramienta más de control social. Otra más. Ha sucedido ya en muchos sitios como Oregón, Nueva York, Berlín, Suecia, París o Milán. El resultado es siempre el mismo y suele ir acompañado con el incremento de precios del mercado circundante. Así que, ¿por qué no hacer un decreto ley de obligatoriedad de lluvia en el conjunto del territorio? Algo que suene rimbombante. Ya hicimos sujeto de derechos al Mar Menor, ahora hagamos a nuestro cielo patrio sujeto de obligaciones.

La maravillosa obra Pedro Saputo escrita por Braulio Foz, nacido en Fórnoles, provincia de Teruel en 1791, nos habla de la iniciativa del pueblo de Almudévar de ponerle un pleito al sol porque “siempre nos hiere de frente de camino a Huesca”. La obcecación de los personajes es encomiable y la resolución del conflicto resulta tan divertida y escabrosa que el autor, en las últimas líneas del capítulo descarga parte de la responsabilidad de la localidad oscense.

“Hay quien asegura -dice Foz- que fueron los de Loarre y también he oído de un pueblo de Galicia y dos de Andalucía”. Creo que deberíamos emular a los conciudadanos del gran Pedro Saputo y hacerle un decreto ley al cielo. Sería una especie de rogativa laica, que también eso está de moda y tiene muy buena prensa. Está claro que algo hay que hacer. Moderarse con los decretos o esperar a que llueva. 

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